“Debo resolver mi tema con la rodilla que parece que no me quiere dejar jugar”, decía Paolo Guerrero en su última conferencia con la selección peruana. El capitán estaba desencajado, sabía que otra vez las lesiones le ponían pausa a su exitosa carrera deportiva. No podía jugar al máximo nivel con Perú y mucho menos con el Inter de Porto Alegre, equipo que acaba de anunciar la ruptura de su contrato.
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