Marco Quilca León

Jugar sin hinchada es como bailar sin música, decía el gran Eduardo Galeano. El fútbol, desde que empezó la pandemia por culpa del COVID-19, se adaptó a eso, a danzar sin dejarse llevar por el sonoro cántico de miles de fanáticos enloquecidos. Pero a medida que la vacunación avanza y caminamos hacia la antigua normalidad -o algo que se asemeje a ello-, el hincha empieza a volver a los estadios, a su segunda casa. La última fecha triple de las Eliminatorias sudamericanas fue una prueba piloto con nueve de las diez selecciones jugando con el aliento de su gente en las tribunas (solo Brasil no lo hizo) y los números hablan por sí solos: en 15 partidos se registraron ocho victorias de los locales, cuatro empates y dos derrotas. Solo Chile y Venezuela perdieron frente al Scratch (líder del torneo) y Argentina (segundo), respectivamente.