Ricardo Gareca dirigió el que podría ser su último partido a cargo del seleccionado peruano. (Foto: AFP)
Ricardo Gareca dirigió el que podría ser su último partido a cargo del seleccionado peruano. (Foto: AFP)
Guillermo Oshiro Uchima

La renovación de despeja en el plano deportivo la densa humareda que rodea a la federación por temas extradeportivos. La permanencia del técnico es definitivamente una gran noticia, era la mejor opción para sostener el proyecto futbolístico que debe seguir cosechando frutos camino a Qatar 2022. Habiendo establecido ese primer puente para seguir construyendo parte de la vía hacia la reconstrucción de nuestro fútbol, el consenso del que disfruta el argentino le dará la posibilidad de dirigir su segundo mandato sin presiones desmesuradas y con la certeza nuestra de que la sigue en buenas manos.

Encapsulado en esa burbuja mágica creada por su propio trabajo –se entiende que la FPF debe haberle asegurado la autonomía deportiva al área correspondiente, como lo había sido durante todo el proceso anterior, sin intromisiones–, Gareca tendrá retos distintos a los de su primera etapa. Tras el milagroso proceso eliminatorio y la aceptable participación mundialista, el ‘Tigre’ deberá repotenciar a un equipo que tiene una base sólida. Ya no tendrá que empezar de cero, armar un once de la nada, tampoco moldear una identidad de juego ni mucho menos insertar el chip ganador en los jugadores. Ahora el retoque será más quirúrgico e incluye hacer de Perú un equipo estéticamente superior, realmente competitivo siempre, capaz de pelear el próximo boleto a la Copa del Mundo y también ser protagonista en serio en la Copa América de Brasil 2019.

Para lograrlo requiere sobre todo de agudizar su buen ojo para encontrar el recambio necesario en algunos puestos. Una de las lecciones que nos dejó Rusia fue que un solo patrón de juego –más allá de la variante Farfán o Guerrero en ataque, o la de Yotún u ‘Oreja’ Flores en primera línea de volantes– no es suficiente, se necesitan más argumentos tácticos que solo los pueden ofrecer los propios jugadores con sus distintas características. Ahí quizá le faltó tiempo a Gareca, además de malas decisiones de algunos futbolistas y también de impertinentes lesiones. Por ello se llegó al Mundial con lo justo.

El recambio incluye sin duda la obligación de encontrar reemplazos para Paolo (34 años) y Jefferson (33), los dos últimos referentes de la selección, los que le aportaban jerarquía al equipo. Ambos ya bordean la jubilación en la Blanquirroja, como en su momento el propio Gareca lo advirtió en Lobatón y Pizarro, por citar a otros veteranos que debían ganarse en el día a día su convocatoria. No resultará nada extraño que luego de la Copa América empiecen a perder protagonismo considerando que a Qatar 2022 difícilmente lleguen. Ello preocupa porque detrás de estas dos figuras no asoman grandes opciones, por ahora. Caso distinto es el de Rodríguez, quien tiene reemplazantes como Santamaría, Araujo y Abram que ya demostraron que pueden suplirlo.

Continuar con el proceso de madurez de la base de la selección, la otra parte de su trabajo, no parece ser un problema. En el ojo del ‘Tigre’ seguimos confiando. Él se ganó ese derecho.

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