GUILLERMO OSHIRO

Después de 45 partidos dirigidos y la eliminación mundialista, Sergio Markarián ha cambiado abruptamente su condición de mago para meterse en el mismo saco de los técnicos que tampoco lograron archivar las nostálgicas imágenes de España 82. Las estadísticas de hoy, viejas escuderas del uruguayo, le patean en contra y, por primera vez desde que asumió la conducción de la selección, no cuenta con el apoyo del pueblo.

Así como los resultados pasados de las encuestas de El Comercio-Ipsos daban cuenta de una aceptación que cualquier político quisiera tener (todos por encima del 60%), ahora Markarián ha tocado fondo: solo el 35% aprueba su gestión al mando de la selección y su desaprobación llega al 63%, una cifra impensada seguramente hasta por el propio entrenador.

Sin dudas, los seis últimos partidos de su proceso han pesado para que todo lo que parecía bueno terminase siendo malo. Desde la victoria 1-0 ante Ecuador en el Estadio Nacional (después de ese duelo la aprobación de Markarián llegó al 73%), la selección no cosechó un triunfo más: 0-2 ante Colombia, empate 0-0 ante Corea del Sur, 1-2 ante Uruguay, 2-3 ante Venezuela, 1-3 ante Argentina y 1-1 ante Bolivia.

El ’déjenme en paz por un tiempo’ del uruguayo en su última conferencia de prensa, luego del cierre de las Eliminatorias, debe tomarse también como su abdicación, porque no solo perdió piso ante sus críticos con los últimos resultados, sino también se quedó sin el sostén que lo mantuvo siempre en pie durante todo su proceso: el voto popular.

Las encuestas son concluyentes respecto del uruguayo: el 70% dice que debería renunciar, algo que no será necesario porque con su contrato vencido el pasaje de Markarián a Montevideo no tiene retorno. El propio Sergio sabe que su continuidad no es posible hoy con un clima para nada favorable, ni siquiera asumiendo el pomposo cargo de jefe de la Dirección Técnica Nacional de la Federación Peruana de Fútbol.