Miguel Villegas

Algún día la frase iba a ser verdad: es . No llegó hasta aquí gratis o a partir de una encuesta de popularidad -que las perdería -. No. Su virtual llegada a la Videna tiene que ver más con un proyecto de carrera que un atajo, más con sus condiciones probadas que las de un agente y más con los objetivos cumplidos que con un padrino. Eligió la escalera más larga porque -decía siempre en las pocas notas que dio a El Comercio- creía en su capacidad. “Haz que suceda”, resumía. Fue a Bolognesi y armó un equipo campeón. Aceptó la ‘U’ y lo regresó al podio, tras el soñado tricampeonato del 2000. Fundó las bases del mejor Melgar de la historia, que hoy juega cuartos de final de una Sudamericana. Fue a ser asistente en México porque sabía que la oportunidad grande llegaría luego y el año pasado, en ese Cruz Azul donde fue capitán y símbolo, salió campeón tras 23 temporadas con el buzo de entrenador.

Ahora reemplazará a Ricardo Gareca, que es más o menos como ocupar el espacio de un papá.

MIRA: Oblitas, Reynoso y el vínculo que los une desde los 80, en días que definen el futuro de la selección

Para esta tarea, explican quienes más lo conocen, se ha preparado silenciosamente. Ha afinado su cuerpo técnico -que sigue siendo un ejército, entre preparadores físicos, asistentes y analistas de video-, ha seguido de cerca el trabajo de Gareca -vía Juan Carlos Oblitas- y, lo más importante, ha escuchado las recomendaciones de su entorno más cercano sobre no confrontar innecesariamente, y desactivar bombas antes que encenderlas, a partir de una idea: no tiene nada que demostrar. Fernanda Reynoso, su hija, politóloga por el TEC de Monterrey y maestra por la Universidad de Essex, Reino Unido, lo definió mejor, en tiempos de Puebla 2020. “Picaste mucha piedra, avanzaste y retrocediste cuando tenías que hacerlo. Jamás pisaste a nadie por tener tu presente”.

La selección y él, Juan Máximo Reynoso, se encuentran en el momento justo. Escucharlo ahora en la conferencia de una hora ha sido comprobarlo. Él, polémico, que ya picó toda la roca posible. Y la selección, esto único que nos une, a la que todo le cuesta el doble y empieza otra vez a caminar con su eterna mochila de piedras, hacia la cima.

Amor A La Camiseta
Se conocieron en la universidad y se enamoraron siguiendo a la selección. Desde entonces, final de la Copa América 2019, no se separaron más. Ese amor que nació entre ellos fue cómplice de su cariño por las camisetas de fútbol y hoy, los jóvenes ingenieros Miguel Montalvo y Steffi Roth se han convertido en los coleccionistas más grandes de los uniformes de la querida Blanquirroja. Más de 2000 piezas que conservan como un tesoro. Esta es su maravillosa historia.

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