Tokio 2020 tendrá que esperar hasta el 2021 por el coronavirus. (Foto: Tokio 2020)
Tokio 2020 tendrá que esperar hasta el 2021 por el coronavirus. (Foto: Tokio 2020)
Ricardo Montoya

Cada año, agradecidos con la naturaleza, los japoneses abandonan sus hogares para contemplarla. Observar cómo florecen los cerezos forma parte de una tradición milenaria. Es un deleite que no todos entienden bien en Occidente. La denominan ‘hanami’. Ha sido en medio de esta comunión con el planeta cuando llegaron las noticias lúgubres: en el mejor de los escenarios, los Juegos de Tokio 2020 deberán esperar hasta el 2021. En el peor, serán cancelados. El Comité Olímpico Internacional lo dejará saber en un par de semanas.

No es la primera vez que la fiesta del atletismo mundial se detiene. El emperador romano Teodosio I, convertido al cristianismo, abolió en al año 393 d.C. los Juegos de la Antigüedad por considerarlos una fiesta pagana. El creciente fuego del olimpismo tuvo que apaciguar sus ímpetus hasta fines del siglo XIX. Fue entonces cuando Pierre de Fredy, barón de Coubertin, materializó las casi 60.000 páginas que había soñado en tinta respecto de lo que debía ser la resurrección del deporte amateur. Es así que, pese a la tremenda oposición inicial, entre el 6 y el 15 de abril de 1896, Atenas vio flamear la llama olímpica de nuevo.

Desde entonces y contando también los Juegos de Invierno, las competencias han sido suspendidas, únicamente, en cinco ocasiones y por expresa responsabilidad de las guerras mundiales. Lo curioso es que sumando la de este año, es la tercera vez que el país en el que nace el sol se ha quedado sin alumbrar el evento. En 1940, tanto Tokio como Sapporo (invierno) perdieron su sede por culpa de las acciones bélicas.

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La diferencia sustancial con la postergación que se avecina es la causalidad. Esta vez no es la inquina entre los hombres la encargada de interrumpir el deporte. Hoy en día las tropas enemigas no llevan tanques ni portaaviones, ni es la enfermedad del odio la que amenaza. Hoy el rival es imperceptible. Se traslada en el aire y solo podemos ver los estragos que causan sus efectos.

“Con los Juegos Olímpicos ocurre algo único respecto de las demás competencias. En ningún otro ámbito del deporte la historia sublima episodios, héroes y villanos hasta emparejarlos con las Cruzadas, los viajes de Marco Polo o el Cruce de los Andes”, reflexiona Gonzalo Bonadeo sobre los rasgos mitológicos que los envuelve. Si llegan a disputarse en el futuro, los de Tokio se harán acreedores de ese carácter épico que les conferirá la pospandemia. Serán los primeros Juegos después de las tinieblas.

Históricamente, Japón ha enfrentado situaciones extremas y ha sabido levantarse con paciencia, inventiva y tenacidad. Este año querían demostrarle al mundo cómo se podía estar a la vanguardia de la tecnología mundial sin perder la identidad reflexiva que los caracteriza. Deberán postergar su anhelo. Total, ellos lo saben bien, siempre estarán listos para hacer con los Juegos lo que la primavera hace con sus cerezos. 

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