"Difícil tarea para Kuczynski y sus allegados pasar casi cuatro años más encerrados en su soledad, pero parecen tener la vocación de hacerlo". (Foto: El Comercio)
"Difícil tarea para Kuczynski y sus allegados pasar casi cuatro años más encerrados en su soledad, pero parecen tener la vocación de hacerlo". (Foto: El Comercio)
Gonzalo Carranza

Cada vez le quedan menos tecnócratas al Gobierno. Sin embargo, ello no impide al presidente Kuczynski y a su equipo más cercano desplegar gestos de hostilidad hacia aquellos profesionales que había convocado con gran expectativa mutua. El alejamiento de Pablo de la Flor de la dirección ejecutiva de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARC) es un ejemplo más de varios donde el Ejecutivo deja en ‘offside’ a uno de los suyos, y luego lo despacha sin mayor gratitud.

De la Flor intentó explicar una estrategia que –parece razonable suponerlo– contaba con el apoyo del mandatario: dotar de mayores poderes ejecutores a la ARC. Para ello, era necesario explicar los problemas que sufría la reconstrucción por la incapacidad de diversas autoridades, tanto nacionales como subnacionales. Las apariciones públicas de De la Flor con ese cometido –incluida una extensa entrevista con este Diario– se toparon con la obvia reacción crítica de los gobernadores regionales y, sobre todo, de Alianza por el Progreso (APP), el partido de César Acuña que domina la política regional y local de la costa norte. Sin embargo, también recibieron el respaldo –poco común durante este Gobierno– de figuras de la oposición fujimorista y aprista.

Otro caso es el de Álvaro Quijandría, quien dirigió Pro Inversión hasta hace unas pocas semanas. El Ejecutivo le encargó una ambiciosa reforma integral de la entidad, pero luego al mismo Gobierno le entró el afiebrado apuro por licitar proyectos. Desde Palacio surgió el rumor de la salida de Quijandría por sus demoras en este segundo frente. El ex funcionario se vio en la incómoda tarea de negar una situación que, en realidad, ya venía coordinando. A Quijandría nadie le dio un respaldo en ese momento ni recibió, tras su alejamiento, un gesto de agradecimiento por los avances en la reforma de la entidad.

Previamente, ocurrió algo similar con Edmundo Beteta cuando fuera jefe del Sistema Integral de Salud. El Gobierno cedió a las presiones del gremio médico, opuesto al ánimo reformista del ex funcionario. “Beteta ha caído porque empezaba a ordenar el SIS, racionalizar tarifas y eliminar corruptelas. Y eso afectaba el statu quo ineficiente y plagado de intereses dedicados al desvío de recursos de los establecimientos de salud”, escribió Jaime de Althaus poco días después de la salida –también marcada por la ingratitud– de Beteta, un tecnócrata de largo recorrido.

Difícil tarea para Kuczynski y sus allegados pasar casi cuatro años más encerrados en su soledad, pero parecen tener la vocación de hacerlo.

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