(Foto: Archivo)
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Aunque en 1968 la estuvo prácticamente estancada, en los años previos el ritmo de crecimiento promedio superó el 5%. Y hacia 1975 el ritmo se había mantenido. Sin embargo, desde entonces y hasta fines de los años 80, el crecimiento promedio no solo se redujo, sino que incluso la producción se contrajo, en contraste con las continuas expansiones entre los años 60 y 70.

Calculemos cuánto perdió la economía peruana por la desaceleración y contracción que experimentó en esos años. Por supuesto, como el ciclo económico existe, es difícil argumentar que el ritmo de expansión de 5% se hubiera podido sostener indefinidamente. Sin embargo, lo que sí se observa es que la economía peruana antes de 1968 estaba creciendo a un ritmo similar y hasta ligeramente superior al de América Latina; hacia 1975 crecía, pero alrededor de 2% menos que la región en promedio.

Supongamos entonces que el país hubiera crecido durante la segunda mitad de los setenta y durante los ochenta al ritmo de América Latina. En ese caso, la producción del Perú en 1980 hubiera sido 33% superior a la que efectivamente se registró, y en 1990 hubiera podido ser 69,1% mayor. Desde 1990, si consideramos la mayor tasa entre el crecimiento del Perú y el de América Latina (que superó al país solo siete veces, la última de las cuales fue en 2004), contaríamos con un nivel de actividad 88,6% superior al que tenemos. Es decir, la producción del Perú en el 2017 hubiera superado los US$400.000 millones. Y en términos per cápita ajustados por capacidad de compra, el PBI hubiese superado los US$25.000 anuales, dejando atrás -entre otros- a los de Brasil, Chile y México.

Por cierto, contar con más recursos no garantiza resultados: el desarrollo depende de cómo se utilicen. Así, a pesar de que desde 1990 la economía peruana ha crecido a una tasa promedio de 4,6%, su índice de capital humano (considerando salud y educación) en el mismo período ha evolucionado tan lentamente que ha sido superado por el de países tan disímiles como Irán, Paraguay o Tailandia, cuyas economías han crecido a menores ritmos. Destaca también el caso de Turquía, que con un crecimiento promedio similar al del Perú, desde 1990 ha pasado del puesto 102 al 43 en capital humano. En ese lapso, el Perú bajó del puesto 93 al 103.

Recordemos ahora que la contribución del trabajo al crecimiento potencial ha caído sostenidamente desde los años 70 y que ello ha generado menores recursos que los que se hubieran podido obtener e invertir para lograr un mayor crecimiento: los efectos adversos de no invertir en capital humano no solo son duraderos, sino acumulativos.

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