(Foto: Archivo)
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Redacción EC

Antiguamente los matrimonios no necesariamente se celebraban por amor. Es más, se daban casos de hombres y mujeres que se comprometían sin haber conocido a la pareja. Para eso funcionaban las referencias y los retratos. No las fotos, pues no existían; los retratos eran pintados. Y aquí era cuando los artistas se esmeraban por expresar la mayor belleza posible en el retrato, sin sentirse obligados a reflejar la realidad del sujeto.

Algo similar ocurre con la información de las empresas familiares. La información financiera que se suele generar y utilizar para fines formales no necesariamente refleja la realidad de las empresas. A los dueños les gusta tomarse algunas licencias permitidas por las normas y que suelen venir acompañadas de algún beneficio fiscal. Al igual que con las novias de hace dos siglos, las empresas presentan una foto que a veces es muy diferente a la realidad.

Con una gran diferencia. Esa foto suele presentar a la empresa en una situación artificialmente desmejorada. Menos utilidad que la real, es lo usual. Más allá de los inconvenientes de esta práctica para los fines internos de la administración, surge un problema mayor si es que se decide poner la empresa a la venta. ¿Cuál es la información que se debe compartir con el potencial comprador? ¿La oficial que desmejora artificialmente a la empresa o la real que nadie conoce?

La mejor práctica consiste en presentar los dos grupos de información. La oficial (estados financieros fiscales) y la real (estados financieros de gestión). El reto está en saber explicar cómo es que se llega de una a la otra. Esto va a depender en gran medida del orden con que la administración lleve sus registros.

Al final del día, la información que vale, la que se debe usar para tomar decisiones, es la de gestión. La real. Con mayor razón, es la información a usar cuando se quiere presentar a la empresa para venderla. No hacerlo muchas veces significa dejar mucho dinero en la mesa.

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