"Lo que queda pendiente es sincerar las estimaciones oficiales de crecimiento para que reflejen lo que está ocurriendo". (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
"Lo que queda pendiente es sincerar las estimaciones oficiales de crecimiento para que reflejen lo que está ocurriendo". (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Alek Brcic Bello

“El está cambiando la vida de nuestro país de forma dramática. Nuestras ideas de normalidad, vida pública e interacción social están siendo puestas a prueba como nunca antes”. Estas palabras, que calzan perfectamente con la situación actual del Perú, fueron pronunciadas al otro lado del mundo, en Berlín, por la canciller Angela Merkel el pasado 18 de marzo.

En ese mismo discurso, la jefa del Gobierno Alemán se refirió al virus como “el mayor desafío” que ha enfrentado ese país “desde la Segunda Guerra Mundial”. Y como para agregar énfasis al asunto, lo dijo en un pronunciamiento transmitido por televisión nacional. Algo que, según diversos medios, no había hecho jamás en sus 14 años en el cargo.

La misma semana, en Francia, el presidente Emmanuel Macron anunció un plan de emergencia valorizado en 300 mil millones de euros para evitar la quiebra de empresas en ese país. “Ningún negocio, sea cual sea su tamaño, quedará en riesgo de quiebra”, afirmó el mandatario galo.

Mientras tanto, en Estados Unidos, la Casa Blanca hizo público que se encuentra diseñando un plan de estímulos valorizado en un billón de dólares. Y la Reserva Federal redujo su tasa de interés casi a cero para aumentar la liquidez y enfrentar los riesgos económicos que se aproximan.

De este lado del continente, en Chile, el presidente Sebastián Piñera decretó el miércoles pasado el estado de catástrofe. Al día siguiente, anunció un paquete económico de US$11.750 millones (casi 5% de su PBI) para atenuar el impacto económico del virus. También informó que incrementaría el gasto público en 2% del PBI (una medida avalada en su Constitución y no contemplada en el presupuesto anual). Y así como estas, iniciativas similares se han dado en todos los confines del globo.

¿Y en el Perú? La parsimonia que mostraban los funcionarios encargados del manejo económico del país finalmente terminó. La reacción del durante la semana que pasó y en los días previos a que se oficializara el aislamiento social obligatorio, ha estado a la altura del reto. Las medidas de cuarentena, así como las iniciativas económicas decretadas, son necesarias para evitar un mayor costo a futuro.

Por un lado, las transferencias extraordinarias a familias vulnerables (en un país donde 3 de cada 4 trabajadores labora en el sector informal y muchísimos dependen del ingreso generado día a día), son indispensables para mantener al país en sus casas de forma exitosa. De igual manera, la creación de un fondo de S/300 millones para apoyar a las mypes afectadas por la situación actual, es positiva.

Por otro lado, el trabajo que ha empezado a desarrollar el MEF para sacar adelante la inversión privada (tanto en el sector inmobiliario como en el sector minero) apuntan en la dirección correcta. Esto, no obstante, necesitará mayor atención cuando la producción nacional vuelva a activarse (y ojalá ocurra a fin de mes).

Lo que queda pendiente es sincerar las estimaciones oficiales de crecimiento para que reflejen lo que está ocurriendo. Mientras las proyecciones del MEF aún se mantienen en 4% con sesgo a la baja, hoy casi todas las consultoras proyectan incrementos no mayores a 1,5% para el PBI de este año (y eso con cálculos hechos antes de la cuarentena). Incluso una de ellas, que sí considera la cuarentena, estima que en el 2020 la se contraerá.

Los principales funcionarios locales han repetido que la fortaleza macroeconómica del país permitirá “enfrentar este tipo de dificultades”. Y hasta cierto punto eso es verdad (los efectos no nos deberían golpear tanto como a otros países de la región). Pero ya no se trata de un pequeño bache que el espacio fiscal peruano deberá ‘capear’, sino de un problema global cuya ola revolcará a millones de personas y negocios y cuya recuperación tardará muchos meses (la OIT estima que se perderían 25 millones de empleos en el mundo).

Winston Churchill dijo durante los primeros amaneceres de la Segunda Guerra Mundial: “No es un momento para la comodidad y el confort. Es el momento de la osadía y la resistencia”. Siguiendo lo que anunció Merkel sobre el tamaño del desafío, estas palabras deberían estar escritas en piedra en las oficinas del jirón Junín.

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