(Fuente: Archivo)
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Redacción EC

En nuestro país estamos acostumbrados a vivir en crisis, pero creo que nunca hemos experimentado una tan profunda y en tantos frentes como la actual. Se trata fundamentalmente de una grave crisis de valores, lo que ha generado una vergonzosa crisis política y una corrupción generalizada, entre otros males.

Esta es la principal causa del frenazo al extraordinario crecimiento que veníamos experimentando en la década anterior.

¿Se acuerdan que hace muy poco éramos líderes del crecimiento y la modernización en la región? Se había recuperado el orgullo de ser peruanos. ¿Qué fue lo que pasó? ¡Como siempre, nos disparamos al pie!

La pérdida de valores impacta en todos los frentes, principalmente en el político, pero también en el empresarial. El Poder Ejecutivo que lideró Pedro Pablo Kuczynski fue obligado a renunciar por conflicto de intereses, falta de liderazgo y transparencia.

La burocracia estatal está peor que nunca, creando más espacios para incrementar la corrupción o para detener cualquier intento de recuperación.

El Legislativo, dominado por una mayoría herida por la derrota electoral, solo busca conseguir el poder a cualquier costo, sin importarle mucho el país. Este variopinto grupo de poder se rasga las vestiduras con la corrupción, pero blinda a sus miembros, así hayan cometido actos reñidos con la ley o con la moral.

En este poder del Estado, el gato actúa también como despensero. Por su parte el Poder Judicial, con histórica imagen de corrupción, ahora hace gala también del abuso de su poder, dependiendo de sus gustos y colores.

Todo esto es vergonzoso y frustrante; pero, ¿qué pasa con todos los demás actores? ¿Qué hacemos los dueños de empresas, los gremios, los gerentes, los profesionales (abogados y auditores) y los estudiantes? ¿Estamos haciendo lo que nos toca o solo somos espectadores que vemos esta crisis desde la tribuna? ¿Podemos hacer algo?

Claro que sí podemos, y debemos hacer lo que nos corresponde. Cada uno en su respectivo lugar y también colectivamente. Pero lo debemos hacer basados en valores sólidos como la integridad, la transparencia y la firme decisión.

¡Sí se puede! Tomemos como ejemplo el caso de nuestra selección de fútbol, que logró clasificarse al Mundial después de 36 años. ¿Quién lo hizo, solo los jugadores? No, fue un logro colectivo. Donde además de jugadores comprometidos, hubo un fuerte liderazgo y un apoyo colectivo muy positivo e incondicional, de todos los que estábamos en la tribuna.

Este ejemplo de compromiso, liderazgo y fuerza colectiva se puede aplicar también a la lucha contra la crisis de valores y la corrupción.

En el ámbito empresarial, hay varios mecanismos que se deben utilizar para combatir estos temas. El más importante es la implementación de buenas prácticas de gobierno corporativo, ‘compliance’ y un disciplinado control de riesgos. Pero no basta con tener las políticas escritas en un manual.

Para que sean efectivas, se debe contar con un verdadero compromiso y liderazgo desde el más alto nivel de las empresas (accionistas, directorio y gerencia).

Además, debe ser practicado con mucha disciplina, transparencia y decisión por todos los que forman la empresa, desde el empleado encargado de las funciones claves, hasta el auditor externo. Todos deben cumplir con sus funciones de control, ejercer su independencia y, en caso sea aplicable, denunciar sin miedo, a través de los canales éticos facilitados por la empresa.

En el Perú son aún muy pocas las empresas que llevan adelante disciplinadamente las buenas prácticas de gobierno corporativo. La mayoría no le da importancia, ignorando el mal que le hacen al país y el alto riesgo de reputación, financiero y legal en que ponen a su empresa.

En las compañías con buen gobierno corporativo y con clara visión de sostenibilidad, es el directorio el que lidera estas prácticas. Un buen directorio, que mantiene su independencia, es una garantía para los accionistas, la empresa y la comunidad.

En el Perú todavía estamos lejos de esto, ya que la mayoría de empresas siguen manteniendo a sus directorios en un entorno de ‘friends & family’ y muy dependiente de los accionistas. De esta manera se pierde la visión profesional y el control independiente, que es lo que le da sostenibilidad a la empresa.

La forma de hacer negocios está cambiando mucho, así como las motivaciones del consumidor. Este es cada vez más demandante y ya no solo se preocupa por la calidad del producto o servicio, sino por el comportamiento de las empresas que los ofrecen.

Las nuevas generaciones se fijan más en temas como el medio ambiente, la responsabilidad social, la tecnología y las buenas prácticas de gobierno corporativo y comprarán cada vez menos a las firmas que no demuestren su compromiso con estos valores y con la sostenibilidad.

Entonces, lo que nos toca hacer a los empresarios y a las empresas es comprometernos, al más alto nivel, con los valores y buenas prácticas de gobierno corporativo, implementar las políticas y normas correspondientes y conformar directorios profesionales y verdaderamente independientes, que exijan esto y supervisen disciplinadamente su cumplimiento.

¡Comprometámonos y hagamos lo que nos toca con integridad y decisión!

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