(Foto: El Comercio)
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Gonzalo Carranza

El deja algunas cifras y conceptos por evaluar y valorar. El evento, evidentemente, generó beneficios. Tanto fuentes oficiales como privadas han dado diferentes estimados del movimiento económico alrededor de la llegada de Francisco. Según el Mincetur, el flujo de visitantes, entre nacionales y extranjeros, dejará ingresos para el sector turístico por US$88 millones, tomando en cuenta pasajes, hospedajes, alimentación y venta de suvenires.

Sin embargo, en este punto conviene hacer algunas precisiones. No todo ese movimiento produce un impacto en la demanda agregada ni mucho menos ingresos para el fisco. En la mayoría de casos, es un cambio en el patrón sectorial y geográfico de consumo, no en el total. El vendedor de recuerdos en Trujillo se habrá beneficiado por la llegada de un fiel desde Chiclayo ávido de estampitas, pero habrá sido a costa del vendedor de menú de esta última ciudad, que tendrá un comensal menos.

No obstante, hay tres maneras en las que la visita de sí pudo incrementar el movimiento total de la economía: a través del gasto público, a través de algún cambio en la disposición a consumir de los fieles (tal vez llevados por el fervor o por estar fuera de casa podrían consumir más de lo habitual) o a través de la llegada de extranjeros (el 7% de los 816 mil turistas esperados, según Mincetur).

Otro beneficio potencial es el impacto en la imagen del país de la cobertura que haga la prensa internacional de la visita. Sin embargo, veo con cierto escepticismo este argumento, pues el despliegue de publicaciones en la prensa extranjera no ha sido para nada impresionante. Además, este tipo de apuestas no está exenta de riesgos. El reporte de la experimentada vaticanista Elisabetta Piqué en “La Nación” de Argentina ponía en relieve el caos urbano de Lima y la precaria situación política. Difícil atraer turistas e inversiones con esas descripciones.

El recibimiento del Papa también originó costos. Según el coordinador para la visita, Alfonso Grados, el fisco invirtió US$11,5 millones en gastos relacionados directamente con la visita, y otros US$3,5 millones en infraestructura priorizada para recibir a Francisco. A ello se deben sumar los US$230 mil para financiar los viajes ‘gratis’ que se podrán hacer hoy en la línea 1 del metro. Un gasto que, no por ser menor, resulta difícil de justificar, y que nos recuerda ese adagio en inglés que dice: “No hay tal cosa como un almuerzo gratis”. Alguien siempre paga la cuenta, y en este caso fue el contribuyente.

También se generaron algunos costos económicos: horas dejadas de trabajar, menor productividad por los cierres de calles y la incomodidad en los viajeros que debieron movilizarse por el aeropuerto y las zonas aledañas en horarios coincidentes con los de Francisco.

Como suele ocurrir con los megaeventos, el análisis costo-beneficio de la visita papal es complejo, lleno de especulaciones, y puede ser fácilmente sesgado por las preferencias de quien haga la evaluación.Desde una perspectiva estrictamente fiscal, la conclusión aguafiestas probablemente sea que el evento dejó un hueco de algunos millones para el Tesoro. Pero la visita de Francisco supera ampliamente lo que las frías cifras económicas puedan arrojar. Ya nos lo dijeron hace más de dos mil años: “Al César lo que es del César...”.

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