(Foto: El Comercio)
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Oswaldo Molina

Como un eslogan o una frase cliché nos repiten hasta el cansancio que los niños son el futuro de la patria. Sin embargo, ¿sabemos realmente qué caracteriza a la ? Más importante aún, ¿cómo es ser un en nuestro país? Lejos del cliché, esto es justamente lo que busca responder el proyecto Niños del Milenio, liderado por la Universidad de Oxford y que analiza la pobreza infantil en cuatro países: Etiopía, India, Vietnam y Perú. En nuestro país, este proyecto es implementado por los colegas de Grade y el Instituto de Investigación Nutricional, quienes han seguido, a través de seis encuestas, a los mismos 3.000 niños durante 15 años. 

Al encuestar a niños de dos cohortes de edades distintas, somos capaces de tener información sobre el tránsito de estos niños casi desde que nacen hasta que llegan a la juventud. Los hallazgos son importantes no solo para comprender las principales problemáticas que enfrentan a lo largo de esta etapa de la vida, sino también para repensar qué políticas se deben proponer para cortar de una buena vez el círculo vicioso de la pobreza que inicia a temprana edad.  

En términos generales, el estudio muestra que el bienestar de las familias ha mejorado en estos 15 años, pero que persisten enormes inequidades. Así, en salud, se ha comprobado cuán importante es la primera infancia en términos de nutrición; pero también se ha encontrado que no todo está perdido y que se puede recuperar la desnutrición crónica durante la niñez y la adolescencia, incluso con mejoras asociadas en pruebas cognitivas. Existe en cambio un nuevo reto: la obesidad infantil, cuya prevalencia bordea el 30% en zonas urbanas y que tiene serias implicancias para la aparición posterior de enfermedades no transmisibles, como la diabetes. 

En educación, por su parte, las brechas educativas se observan desde los cinco años y tristemente se pueden predecir con facilidad a partir del nivel de pobreza del hogar cuando el niño tiene apenas un año de edad. Los programas sociales, como Juntos, son capaces de cambiar esta situación y tener un impacto positivo tanto en términos nutricionales como cognitivos, pero este efecto solo se alcanza si es que llegan durante la infancia temprana. También se ha podido constatar la importancia de las habilidades socioemocionales y aspiraciones durante la niñez. Estas habilidades durante la infancia pueden predecir perfectamente la prevalencia de conductas de riesgo (como el consumo de drogas), el embarazo adolescente y el acceso a educación superior durante la juventud. No obstante, acumular estas habilidades socioemocionales es más difícil para aquellos niños que provienen de hogares pobres, con experiencias de violencia y cuyos padres tienen pocas aspiraciones. Finalmente, se observa que existen brechas de género que perjudican a las mujeres, tanto en el acceso a educación superior como en el mercado laboral. El embarazo adolescente, que experimenta una de cada cuatro jóvenes del estudio, parece ser uno de los principales factores que explican esta situación (1 de cada 4 jóvenes fue madre adolescente). 

Como se puede apreciar en todos estos aspectos, la cuna todavía sigue marcando las oportunidades y el futuro de nuestros niños. Proyectos como Niños del Milenio generan evidencia sobre cómo la política pública puede generar cambios efectivos que permitan romper el círculo vicioso en el que están atrapados estos pequeños. Y en el que finalmente estamos atrapados como país. Solo de esa manera la frase cliché tendrá verdadero sentido.

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