(Foto: AFP)
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Hace unas semanas, el mediático primer ministro de Canadá, , realizó una visita fugaz a nuestra ciudad para participar en la VIII Cumbre de las Américas. Como era de esperar, en su discurso no dejó de incluir una frase que lo caracteriza: el crecimiento económico se logra promoviendo la diversidad y, en particular, la .

Todos recordamos que, desafiando convencionalismos, Trudeau inició su mandato en el 2015 con un gabinete en el que 50% de sus miembros eran mujeres. Entre alabanzas y algunas críticas, de quienes él llama los “sospechosos usuales”, Trudeau aclaró que eligió a mujeres no por el simple hecho de serlo, sino por sus calificaciones y méritos. Esta decisión no fue improvisada. Pocos saben que, dos años antes, Trudeau y sus asesores lanzaron una campaña denominada Ask Her to Run mediante la cual se identificó y calificó a 450 mujeres que no eran necesariamente conocidas en el mundo empresarial o político.

Trudeau se considera, abiertamente y sin temores, un feminista. En sus propios términos, es feminista quien cree en la importancia de la equidad de género e igualdad de oportunidades y trabaja para lograrlo. No lo hace solo porque considera que es lo correcto, sino también porque es una decisión inteligente. En un reciente evento internacional sustentó que contar con mujeres en posiciones de liderazgo, sea en empresas o en el Gobierno, genera rentabilidad.

Además, resaltó el reporte de McKinsey que concluye que la reducción de la brecha de género en Canadá podría adicionar US$150 mil millones a su economía para el 2026. La ecuación es simple: la equidad de género en una organización promueve la creatividad; es decir, genera innovación, lo que a su vez resulta en beneficios económicos.

En esta misma línea, un reporte del Foro Económico Mundial resalta que la no incorporación de mujeres como formadoras o líderes de la actual revolución industrial y tecnológica afecta la posibilidad de innovar. Este reporte incluye, además, relevante data sobre el Perú, la cual muestra que, tanto en el ámbito político como económico, existe para las mujeres una reducida posibilidad de acceder a posiciones de liderazgo. Esto refleja que nuestras organizaciones están limitando su capacidad de ser innovadoras.

¿No es esto acaso una contradicción? Por un lado, estamos viviendo el ‘boom’ de la innovación en el mercado. Todos, públicos y privados, queremos ser innovadores. Por otro, las estadísticas muestran que el poco avance en la reducción de la brecha de género impacta negativamente en la posibilidad de que nuestras empresas y entidades puedan innovar.

La innovación puede tener significados muy variados, pero lo que es indiscutible es que genera valor. ¿Cómo innovamos? Trudeau nos brinda un ejemplo claro, evidenciado y ejecutable para generar beneficios económicos a través de la diversidad, identificando e incorporando a más mujeres en posiciones de liderazgo. A veces las respuestas más evidentes están delante de nosotros.

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