Claroscuros empresariales, por Gonzalo Carranza
Claroscuros empresariales, por Gonzalo Carranza
Gonzalo Carranza

Las inundaciones y los han generado una vibrante cadena de solidaridad entre las . Compañías industriales y de consumo masivo donan productos, pesqueros ponen a disposición sus embarcaciones, ‘apps’ de taxis regalan viajes para recoger donaciones, locales comerciales de todo tamaño se convierten en centros de acopio, entidades financieras facilitan transferir dinero a diferentes instituciones de caridad.


En nuestro sitio web, hemos recogido los nombres de muchas de estas compañías. Lo que nos resulta imposible es reconocer también a las personas que, dentro de estas organizaciones, han dedicado horas extra a mover burocracias, conseguir aprobaciones, modificar procesos y sistemas, y, sobre todo, convencer voluntades para activar esa solidaridad que hoy tantos valoran.  

Pero no todo ha sido palmas al sector privado. También ha habido condena para las empresas que subieron sus precios, como las aerolíneas o algunos autoservicios para el agua embotellada. Se critica que lucraran con la tragedia, pero la situación es más compleja. De hecho, luego las aerolíneas bajaron los precios, pero los asientos de los aviones no se multiplicaron milagrosamente para atender la mayor demanda por el colapso de las otras vías de comunicación. Prueba de ello son las fotos de viajeros varados esperando encontrar un cupo en los puentes aéreos organizados por la FAP.

Los asientos de los aviones son un recurso escaso. Asignarlos según la disposición a pagar de los compradores parece un mecanismo injusto en tiempos de catástrofe, pero no se puede escapar de la necesidad de racionarlos de algún otro modo. ¿Es más justo que viaje quien tenga más tiempo y paciencia para hacer cola o para esperar por el clic preciso en la saturada web de una aerolínea? ¿Es operativamente factible establecer un sistema que discrimine quién tiene una mayor necesidad? 

El sistema de precios, tan impopular en tiempo de desastre, es la base para asignar recursos en la economía de mercado, pues en circunsatancias normales da las señales más precisas sobre las preferencias de los consumidores y los costos marginales de los productores. Conviene no olvidar esto cuando, en medio del drama, se piden sanciones, controles o empresas “de bandera” que impongan precios artificiales. Son un receta para perpetuar el desastre.

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