Toyota anunció el 14 de marzo una nueva inversión de US$749 millones en capacidad de producción y en empleos en Estados Unidos. (Foto: EFE)
Toyota anunció el 14 de marzo una nueva inversión de US$749 millones en capacidad de producción y en empleos en Estados Unidos. (Foto: EFE)
Agencia Reuters

anunció el mes pasado dos acuerdos en de reducido tamaño pero gran importancia a nivel estratégico. El fabricante de automóviles dijo que establecería un centro de investigación de tecnología verde con la Universidad de Tsinghua y que proporcionaría a Foton, filial del grupo de propiedad estatal BAIC, tecnología de células de combustible para autobuses.

Pero antes de que se decidiera a hacer públicos esos planes, Toyota trabajó durante meses para alcanzar compromisos de nuevas inversiones en Estados Unidos.

El intercambio de tecnología representa un gesto de buena voluntad hacia Beijing por parte de la automovilística japonesa, que quiere “pisar el acelerador en China”, como dijo su consejero delegado Akio Toyoda a un grupo de directivos de la empresa, según consta en las actas de las reuniones celebradas entre el 19 de marzo y el 23 de abril consultadas por la agencia Reuters.

Sin embargo, anunciar primero las inversiones en Estados Unidos fue una estrategia que Toyoda consideró necesaria para evitar la ira del presidente estadounidense, Donald Trump, según reflejan las actas.

El contenido de estos documentos ofrece la posibilidad de comprobar cómo la firma japonesa ha tratado de andar con pies de plomo en un escenario en el que Estados Unidos y China luchan por ganar inversiones, empleos e influencia en la economía mundial.

“Para que Toyota opere globalmente, necesitamos encontrar un buen equilibrio entre China y Estados Unidos”, dijo Toyota el 19 de marzo. “Es imperativo evitar hacer enemigos.”

Según las actas del 23 de abril, el fabricante de automóviles está haciendo lo que un alto ejecutivo anónimo describió como un “movimiento significativo para orientar su foco hacia China”, un mercado en el que está muy por detrás de los líderes de la industria Volkswagen  y General Motors.

Toyota rechazó hacer comentarios sobre sus reuniones internas.

Su giro hacia China, algo que también están haciendo muchos otros fabricantes de automóviles a nivel mundial, se ha visto facilitado por el deshielo de las relaciones entre China y Japón, si bien las políticas comerciales de Trump han añadido un nuevo grado de complejidad.

El nuevo panorama está dominado por la guerra comercial entre Washington y Beijing, así como por las amenazas de Trump de imponer aranceles de hasta el 25% a los automóviles importados fabricados por compañías extranjeras. 

El viernes, Trump declaró que algunos vehículos y repuestos importados representan una amenaza para la seguridad nacional, aunque demoró la decisión sobre la imposición de aranceles durante seis meses.

En respuesta, Toyota emitió uno de sus mensajes más duros hasta la fecha sobre potenciales medidas arancelarias, calificando la decisión de “un importante retroceso para los consumidores, los trabajadores y la industria automovilística estadounidenses”. Añadió además que mediante el anuncio de las medidas se envió el mensaje de que “nuestras inversiones no son bienvenidas”.

Cabe señalar que Toyota anunció el 14 de marzo una nueva inversión de US$749 millones en capacidad de producción y en empleos en Estados Unidos, lo cual eleva la promesa de inversión a cinco años hecha en 2017 a casi US$13,000 millones, desde los US$10,000 millones originales.

Al día siguiente de anunciar este aumento, Toyoda prometió ante el Club Económico de Washington que “Toyota no se irá de Estados Unidos.”

Aunque muchos otros fabricantes de automóviles, incluidos los estadounidenses, han anunciado inversiones en Estados Unidos desde que Trump llegó al poder en 2017, los casi US$13,000 millones prometidos por Toyota suponen la mayor cantidad con diferencia.

En otra señal de la cuidadosa aproximación de Toyota a las relaciones con Washington, un miembro del consejo de administración se reunió en abril con el embajador de Estados Unidos, William Hagerty, en la embajada del país en Tokio para avisarle de que se anunciarían los dos acuerdos con China.

La embajada de Estados Unidos en Tokio se negó a comentar los detalles de la reunión.

GIRO SILENCIOSO HACIA CHINA
Aunque el mercado estadounidense sigue siendo un generador clave de beneficios para la industria (alrededor de 17 millones de vehículos al año), China ha crecido rápidamente en importancia, con 28 millones de vehículos vendidos en 2018.

Esto ha atraído nuevas inversiones de las automovilísticas de todo el mundo, resueltas a seguir adelante en su fuerte apuesta por el coche eléctrico.

Toyota controla el 14% del mercado estadounidense, mientras que en China solo tuvo una participación del 5.3% el año pasado, siendo los 1.49 millones de vehículos vendidos menos de lo esperado.

Su objetivo es aumentar las ventas en un 10% cada año durante los próximos cinco o seis años, lo que equivale aproximadamente a 3 millones de coches al año para mediados de la década de 2020, según una fuente de un proveedor de piezas de Toyota, que se negó a ser identificado.

La japonesa ha puesto en marcha la expansión de su capacidad de fabricación en China, con planes para aumentar a 120,000 vehículos la producción anual de sus respectivas plantas de Tianjín y Cantón.

También está expandiendo sus redes de distribución y compartiendo tecnología para ganarse la buena voluntad de los líderes chinos, según fuentes de Toyota.

En contraste con los esfuerzos de la compañía en Estados Unidos, Toyota se contenta con mantener un perfil relativamente bajo con respecto a sus planes en China. Ni los planes para Tianjín ni los de Cantón fueron anunciados formalmente por Toyota. Tampoco se han revelado los importes de las inversiones.

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