David Tuesta

Tener un líder que nos gobierne, acompañado por funcionarios capacitados que lo soporte, es fundamental para gestionar un país, más aún en tiempos turbulentos como los que nos toca. Lamentablemente, en el Perú sucede todo lo contrario. No solo hemos ahuyentado a lo mejor del capital humano de varios puestos claves, sino que nuestro presidente parece estar con la mente ida, por decir lo menos. Ante la alerta mundial de catástrofe alimentaria –tema que desde cualquier punto de vista reviste gravedad absoluta y una actuación urgente–, Pedro Castillo sentenció: “Hoy la hambruna les va a dar solamente a los que no trabajan, a los ociosos”. Más allá de que su manejo del vocabulario no le permitiera entender la diferencia entre hambre y hambruna, la expresión queda igualmente llena de indolencia, desconocimiento y ninguneo de la situación.

La hambruna es el estado más grave para la seguridad alimentaria y se da cuando millones de personas fallecen como consecuencia de la escasez de fuentes alimenticias, golpeando sobre todo a los más vulnerables. Pareciera que el Gobierno no ha caído en cuenta de que la inflación que padecen los peruanos tiene como telón de fondo la gran escasez mundial de alimentos, presionado por el estrés al que se ve sometido la Cadena Global de Valores desde el 2020, cuando la oferta tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones de comercio internacional, mientras la demanda despertaba con fuerza. La guerra entre Ucrania y Rusia, que ha golpeado las principales fuentes de abastecimiento de alimentos y fertilizantes, puso, sin duda, la cereza a este pastel.

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De acuerdo con el Índice de Precio de Alimentos de la FAO, estos han experimentado un incremento en el ámbito mundial de casi 30% respecto al 2021; más del 80% en relación con el 2020; y más del 70% en comparación con el escenario pre-COVID del 2019, lo cual ha permeado de forma generalizada a productos claves del comercio internacional. Así, según la propia data de este organismo, los aceites vegetales han dado un salto de más del 40% entre el 2022 y el 2021, los cereales en más del 35%, los lácteos en 25%, las carnes en más de 20% y los azúcares en 20%.

Este contexto ya complejo, sin embargo, se agudiza más como consecuencia de las reacciones proteccionistas tomadas por varios países productores de ‘commodities’ alimenticios. De acuerdo con el Food Policy Research Institute (FPRI), a la fecha existen 27 países que ya vienen imponiendo restricciones a la exportación de sus alimentos y fertilizantes, cuando estos estaban llamados a sustituir la oferta restringida por el conflicto bélico. Ello representa una participación del 18% sobre el comercio internacional de alimentos medido en calorías. Y esto, lamentablemente, puede agravarse más, no solo por la inercia de los problemas actuales, sino también por cambios climáticos que vienen anticipando potenciales sequías en países productores relevantes.

Siguiendo las expresiones del presidente sobre la hambruna y la ociosidad, creo que es importante darle vuelta a la frase y hacerle entender que, en realidad, no debería haber lugar para ociosos en un gobierno que tiene que enfrentar un ‘shock’ alimentario global. Se requiere actuar ya, asegurándonos de contar con un buen diagnóstico de la situación de vulnerabilidad del país de los segmentos de la población que habitan en los segmentos rurales y periurbanos que han cargado con gran parte del incremento de la pobreza pos-COVID-19. Y esto nos lleva directamente al tema de la mejora de los padrones para los programas sociales de tal forma de asegurar que la ayuda llegue a donde tiene que llegar.

En otro tanto, se debe destinar más recursos para apoyar monetariamente a los compatriotas que cargarán con el mayor costo de la escasez de alimentos; y, en esa misma línea presupuestaria, destinar aún más dinero para la compra de fertilizantes para los pequeños productores, aunque sabemos que ahí estaremos compitiendo dentro de un mercado altamente restringido, por lo que se requerirían acciones adicionales de carácter operativos en el plano interno.

Así, si por ventura algo de lucidez apareciera en el Gobierno para enfrentar la crisis que nos está tocando la puerta, este debería estar en estos momentos convocando al sector privado con el fin de contar con el mejor apoyo logístico para que toda ayuda en favor de nuestros ciudadanos en riesgo pueda llegar a diferentes puntos de atención, comedores populares, entre otros. En ese sentido, este gobierno no debería cometer el craso yerro del 2020 cuando el gobierno de aquel entonces menospreció el apoyo clave ofrecido por las empresas para enfrentar la crisis en el momento que la pandemia comenzaba a arreciar.

No hay vuelta que darle. Si no queremos que esta crisis nos pase por encima, el Gobierno tiene que ponerse las pilas ya.

David Tuesta Presidente del Consejo Privado de Competitividad (CPC)

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