"El poder de la ambición", por Inés Temple
"El poder de la ambición", por Inés Temple
Inés Temple

Disfruto mucho trabajar con personas . Saben lo que quieren, tienen metas claras y se exigen para conseguirlas. Aceptan los retos y los disfrutan: saben que son elementos necesarios para avanzar y aprender.

Las personas ambiciosas toman su destino en sus manos y no se sientan a esperar que alguien más se los dé servido. Tienen fuerza de voluntad y determinación. Saben a dónde van y lo que tienen que hacer para llegar. Son capaces de transformarse y crearse a la medida de sus sueños y ambiciones, siempre atentas a las oportunidades que existen para quienes están dispuestas a verlas y esforzarse por ellas. 

La ambición es un gran motivador para crecer y desarrollarse. Para tener éxito: nadie es exitoso sin ambición. Los que ambicionan ser más, saber más, hacer más, dar más o tener más tienen un propósito y un motor interno poderoso que los impulsa a atreverse a soñar más grande y a llegar más lejos. La ambición los moviliza para avanzar y lograr lo que se proponen. 

Bien canalizada y con valores, la ambición es reflejo de una sana autoestima y una capacidad mayor de abstracción y de visualización del futuro. A las personas ambiciosas les brillan los ojos cuando se acercan a sus objetivos. Vibran por ellos y tienen un entusiasmo contagioso por lograrlos. Inspiran y motivan a los demás.

Es importante destacar que el ser ambicioso no es implícito de no tener valores o ética. Tampoco es sinónimo de descontrol o manipulación, como muchas veces se piensa en nuestro país. Aquí no valoramos la ambición. Le tememos y desconfiamos de ella (casi tanto como el éxito ajeno). Rápidamente la confundimos con la ambición desmedida. Como si toda persona ambiciosa fuera de por sí capaz de dañar a otros. Por supuesto que hay muchos con ambiciones sin límites –estereotipados como el malo de la telenovela– capaces de cualquier cosa por conseguir sus objetivos. Pero el que existan personas así no descalifica a quienes tienen un sano y positivo nivel de ambición. 

Por otro lado, las personas sin ambición le piden poco a la vida y eso es lo que obtienen, poco o nada. No tienen sueños, no tienen visión, rumbo ni destino y, por lo tanto, nunca llegan a ningún lado. Algunos son conformistas, otros son pasivos –carecen de motivación–. Muchos viven amargados sin comprender que su falta de ambición es lo que sabotea su futuro: no son capaces de imaginarlo y, por tanto, de crearlo para ellos mismos. 

Las personas sin ambición tienden a no ser leales a sí mismas: no tienen el coraje para arriesgarse a tener éxito, no apuestan por ellas mismas. Lastimosamente, es como si tuvieran sus alas amarradas y no se dieran cuenta…

Nos toca enseñar a nuestros hijos el poder de la ambición y de los sueños grandes. Son los importantes motivadores del éxito personal y colectivo. Y que la ambición puede –y debe ser también– en beneficio de otros y del bien común.

Exijamos hoy a quienes liderarán nuestro futuro que nos ofrezcan una visión de país muy clara, con metas ambiciosas y muy retadoras que nos inspiren a todos a lograrlas. ¡Solo así lograremos el país próspero, justo y equitativo que queremos y nos merecemos!