El primer objetivo está relacionado a infraestructura. (Foto: AFP)
El primer objetivo está relacionado a infraestructura. (Foto: AFP)

El estuvo marcado por la tensa relación entre el Ejecutivo y el Congreso, los escándalos de corrupción, los procesos judiciales y las prisiones preventivas. Desde la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski, con el consiguiente nombramiento de , hasta el referéndum, las polémicas y las confrontaciones políticas siempre estuvieron presentes, dividiendo al país.

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No faltaron, empero, algunos sucesos positivos, como la participación de nuestra selección en el Mundial de Rusia, acompañada de la “mejor hinchada del mundo”, y la puesta en marcha del megaproyecto minero Quellaveco. De hecho, en materia económica, el año pasado no fue malo para el Perú, pese a que queda la sensación de que pudo haber sido mejor. El PBI habría crecido cerca de 4% (1,5% más que en el 2017), una las mayores tasas de América Latina.

En línea con la mejora de la actividad económica, se registró una recuperación de la recaudación, aunque medida como porcentaje del PBI sigue siendo una de las más bajas de la región. Pese a que el problema de fondo es la reducida base tributaria, debido a la enorme informalidad de la economía, las medidas dictadas por el Gobierno en el marco de la delegación de facultades se enfocaron (una vez más) en los pocos que sí pagan impuestos. Las principales objeciones tienen que ver con la aplicación de la norma antielusiva, la responsabilidad de directores y los nuevos límites a la deducción de intereses, que encarecerán el costo de financiamiento que tantas empresas necesitan.

Con respecto al 2019, todos coinciden en que va a ser un año de bastante incertidumbre. Aun así, los peruanos aguardamos con mucha expectativa que sea uno mejor que el que acaba de cerrar. La evolución de China y la guerra comercial con Estados Unidos seguirán siendo factores tremendamente importantes para países exportadores de materias primas, como el Perú. A escala regional, la influencia que puedan tener los nuevos gobiernos de México y Brasil todavía está por verse.

En el flanco interno, nuestras autoridades deben dejar de lado los enfrentamientos para impulsar de una buena vez los cambios que están pendientes para dar el gran salto al desarrollo, como la tan postergada reforma laboral, anunciada por el jefe del Estado. No podemos darnos el lujo de que la rigidez del mercado de trabajo siga siendo un obstáculo para reducir la informalidad.

Otro de los desafíos es acelerar la inversión privada y pública. Es fundamental que el Ejecutivo trabaje de cerca con los gobiernos regionales y municipales, que recién se están instalando, para identificar e implementar proyectos viables. Bien haría el MEF en ofrecerles capacitación para ejecutar sus presupuestos. 

El año que se inicia brinda la oportunidad de enmendar rumbos, y con algo de suerte y voluntad política, podría ser algo por lo que podríamos terminar recordándolo.