"El gobierno entrante entregó la “joya de la corona” (Sunat) a un “emisario”, Víctor Shiguiyama, del partido político que resultó como el primer perdedor en las elecciones presidenciales", precisa el columnista.
"El gobierno entrante entregó la “joya de la corona” (Sunat) a un “emisario”, Víctor Shiguiyama, del partido político que resultó como el primer perdedor en las elecciones presidenciales", precisa el columnista.
Redacción EC

(Por Rafael Inurritegui, ex jefe del gabinete de asesores de la Sunat). Vivimos tiempos en los cuales, en diversos ámbitos de la realidad nacional e internacional, observamos una serie de hechos y situaciones anormales que con el transcurso del tiempo, del devenir diario, los pasamos a ver como si fuesen normales.

Un caso que ejemplifica esto, lo viví personalmente en el 2016. El gobierno entrante entregó la “joya de la corona” () a un “emisario”, , del partido político que resultó como el primer perdedor en las elecciones presidenciales; persona que no tenía ni conocimiento ni experiencia en administración tributaria o en reorganización de empresas públicas; siendo que ya se tenía casi asignado el puesto a una profesional con todas las cualidades y conocimientos para ello.

Otro ejemplo es el de la figura de las “facultades delegadas”, el cuál no se da en la mayoría de países del orbe.

Haciendo uso de esta figura, el Ejecutivo emitió, entre julio y septiembre, una avalancha de más de 100 decretos legislativos (DL), de los cuales alrededor de 20 son en materia tributaria, como si ellos fueran lo que requiere el país para elevar la recaudación y disminuir la evasión.

Estos 20 DL incluyen, de manera poco orgánica, aspectos del impuesto a la renta, del impuesto general a las ventas, del selectivo al consumo, del código tributario; así como normatividad sobre la lucha contra la evasión, la formalización de la economía y el sistema nacional de contabilidad.

Obviamente cada una de dichas modificaciones dan y darán para mucho más que un simple artículo y serán ampliamente cuestionadas y, de seguro, nuevamente modificadas antes de que entren en vigor.

La premura para emitirlos en los 60 días que el Legislativo le concedió al Ejecutivo, saboteó el trabajo de las comisiones que debieron pulir estas normas y el diálogo implícito que debió haberse dado entre ellas no se dio adecuadamente.

… En estos tiempos, lo anormal pasa a ser normal.

Aún cuando eso parezca, si revisamos la historia de la humanidad, todo; todo, toma su rumbo, sigue su propio orden y va cambiando, para que la esencia de los principios rectores siga siendo la misma.