¿Estamos en piloto automático?, por Luis Carranza
¿Estamos en piloto automático?, por Luis Carranza
Redacción EC

Un ejecutivo extranjero, que acaba de asumir la gerencia general de una compañía en el país, me preguntó hace unos días: ¿Por qué si al Perú le va tan bien –a juzgar por sus cifras macroeconómicas y el progreso de sus indicadores sociales–, la popularidad de sus gobernantes es tan baja? ¿Qué nos lleva a los peruanos a ser tan desconfiados de nuestra democracia y de nuestra economía de mercado y, como resultado, a castigar nuestras expectativas de progreso y bienestar en el largo plazo?

Siento que no hemos hecho lo suficiente en el país por encontrar respuestas convincentes a estas interrogantes. Algunas explicaciones deterministas me parecen de plano descartables, como la que ensayó un ex presidente (para justificar su propia impopularidad) en el sentido de que “el hombre andino” es pesimista por naturaleza y que, por tanto, aquella paradoja es ineludible. No creo que lo sea.

Es previsible que cada quien, en línea con su deformación profesional, intente llevar esta discusión al ámbito en el cual se sienta más cómodo elucubrando. En las últimas semanas, se ha escrito mucho, por ejemplo, sobre el abismo existente entre la funcionalidad de nuestro mercado y la disfuncionalidad de nuestra política, que se expresa en la debilidad de nuestras instituciones. También se ha lamentado que, a pesar del crecimiento visto en los últimos años, sigamos siendo un país mayoritariamente informal, entendida la informalidad no solo como el resultado inevitable de la creciente maraña burocrática, sino como una reprochable inclinación por el ventajismo y desacato a las normas.

Tanto la debilidad institucional como la informalidad retroalimentan ese desencanto en un círculo vicioso que nos negamos a ver. Pero son también sintomáticas de un problema más transversal al cual me he referido anteriormente: somos un país de escasísimo capital social. Por razones de diversa índole, el peruano confía muy poco en otro peruano, pues intuye que a la primera oportunidad este sacará provecho indebido.

Las relaciones interpersonales se entienden de suma cero: si uno gana, el otro por definición pierde. Pregúntese, por ejemplo, cuál es el adjetivo que más rápidamente asocia con los siguientes términos: político, burócrata, empresario, abogado, policía, juez, profesor. ¿Cuántos aludirían a un atributo positivo? Si no confiamos en nuestros gobernantes es porque no confiamos en nadie. Revertir esto es un reto enorme.