Midis
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Carolina Trivelli

El 2019 no ha sido un buen año para los temas de inclusión social. La alta rotación en la conducción del –cuatro ministros en este año–, la limitada presencia de la inclusión social en el discurso del Gobierno y las escasas innovaciones sociales implementadas explican este balance más negativo que positivo.

A pesar de ello, hay avances que reconocer. El primero, y más importante, sin duda, es la creciente atención a la primera infancia reflejada en la estrategia de gestión territorial Primero la Infancia aprobada este año. Con ello vendrán recursos y nuevos mecanismos de articulación entre sectores y niveles de gobierno para transitar de acciones aisladas hacia un esquema de atención integral para todos los niños en sus primeros años. En segundo lugar, se han dado un conjunto de iniciativas en diversos sectores que tendrán impacto positivo en la inclusión social: la universalización del Seguro Integral de Salud –aunque habrá que ver cómo se implementa– y la promulgación de políticas intersectoriales, como la de inclusión financiera o la de juventudes.

Quedan en el 2019 muchos pendientes en temas planteados en años pasados: la estrategia para enfrentar la pobreza urbana, la consolidación y expansión de esfuerzos de inclusión económica como parte de la estrategia de protección social –programas productivos, empleabilidad, infraestructura básica, etc.– y el vital sistema de atención a los damnificados de desastres naturales para que, más allá de atenderlos durante la emergencia, se les apoye en el proceso de recuperar sus medios de vida una vez pasada la emergencia.

Además, nos queda en el lado de los pendientes la atención efectiva a los aún enormes desafíos de la agenda de igualdad entre hombres y mujeres. Las inaceptables cifras de feminicidios y de denuncias de actos de violencia contra mujeres, y la baja cifra de condenas por estos casos, exigen nuevas y mayores acciones. El informe del Foro Económico Mundial 2020 da cuenta de que no hemos avanzado en el cierre de brechas de género –políticas, sociales y económicas– mientras otros países sí: hemos perdido 14 puestos en el ránking. Esta agenda, a pesar de todo el activismo movilizado, de las menciones en discursos políticos y de los mayores recursos asignados –aunque aún insuficientes– sigue representando un asunto pendiente.

Hay que destacar que la ministra de Economía y Finanzas haya sido explícita en articular los desafíos de la inclusión social y del cierre de brechas sociales en su agenda de trabajo. Es una señal que debería motivar y dinamizar a los sectores sociales.

La coyuntura exige que los temas de desarrollo e inclusión social recobren protagonismo y liderazgo. Las condiciones son propicias, así que desde donde estemos debemos contribuir a ello y exigir más, mucho más.