La Fepmac señaló que la denominada 'Ley Mulder' afectó a las cajas municipales porque no podían realizar campañas publicitarias. (Foto: USI)<br>
La Fepmac señaló que la denominada 'Ley Mulder' afectó a las cajas municipales porque no podían realizar campañas publicitarias. (Foto: USI)
Paul Rebolledo

Las se han convertido en una atractiva alternativa de inversión en los últimos años. La canalización de créditos al sector de microempresas y pequeñas empresas les permite ofrecer tasas de interés altas en comparación con otras opciones. Así, sus depósitos crecieron sustancialmente en el 2018 (12,8% vs. 2,3% de los bancos a tipo de cambio constante). Sin embargo, a nivel de cada entidad, se pudieron apreciar desempeños disímiles durante el año pasado. En este período, las rentabilidades patrimoniales oscilaron entre 19,54% (con mora de 4,55%) y -14,95% (con mora de 15,35%). De manera general, existen dos grandes grupos: uno con un crecimiento sólido y una diversificación adecuada de créditos y otro con una dependencia excesiva de pocas actividades económicas, concentración geográfica y moras por encima de 10%.

En este contexto, ¿cuáles son algunas consideraciones que estas entidades deberían tener presente dentro de sus estrategias de desarrollo?



Un primer eje se centra en el establecimiento del nivel de riesgo que cada entidad está dispuesta a tolerar (apetito por riesgo) y su reconciliación con las estrategias particulares de crecimiento. Al respecto, una adecuada definición del apetito por riesgo determina el capital suficiente para soportar escenarios adversos y establece métricas (moras objetivo, márgenes meta, etc.) alineadas con un crecimiento más sostenible.

Una segunda arista destaca el desarrollo de herramientas analíticas para gestionar idóneamente el riesgo de incumplimiento de los clientes (riesgo de crédito) tanto a nivel individual como de manera conjunta (como “portafolios crediticios”). Un mejor análisis de este riesgo afina el cálculo de tasas de préstamos, incorporando además los objetivos de rentabilidad y las condiciones de mercado. Además, ello incentiva una mejor gestión del capital de la entidad, de manera que se optimice el binomio rentabilidad-riesgo.

Un tercer campo resalta la mejora continua en la administración de los activos líquidos de las entidades. Esto está relacionado con el creciente interés de las tesorerías por incorporar activos no tradicionales en sus portafolios (bonos soberanos, bonos corporativos y operaciones de reporte) para generar una mayor rentabilidad a sus excedentes.

Una cuarta dimensión enfatiza la distribución y el desarrollo de productos de inversión que calcen mejor con las necesidades de sus clientes (ahorristas), en línea con lo permitido por la regulación actual. Ante ello, las cajas necesitan desarrollar las capacidades necesarias para entender las características de estos productos, sus riesgos y los deberes fiduciarios involucrados.

Una condición necesaria, crucial para la implementación de estas cuatro políticas, consiste en la mejora del gobierno corporativo de las entidades. Resulta primordial alinear los intereses de los distintos stakeholders (accionistas, directores, gerentes, entre otros) para establecer objetivos estratégicos que aseguren su sostenibilidad. Ello, por ejemplo, es clave para realizar partnerships con instituciones especializadas en microfinanzas, que suelen realizar un análisis exhaustivo previo (due diligence). Estos esfuerzos deben ser acompañados por la continua profesionalización de los miembros del directorio y de la alta gerencia.