Sebastián Ausin

A dos años de la súbita irrupción de la pandemia del COVID-19 en el Perú, no queda dudas de que uno de los cambios más trascendentes y transversales experimentados por las organizaciones ha sido la tan postergada digitalización de sus procesos de gestión del talento.

Aunque con diversos estadios, hemos visto cómo organizaciones de distintos tamaños y sectores se embarcaron en procesos de transformación para adaptar su estructura de gestión de personas a un entorno marcado por el todavía vigente trabajo remoto y la necesidad de generar cada vez mayor valor. Desde la automatización del pago de remuneraciones hasta la sistematización de las evaluaciones de desempeño han formado parte de un proceso de adaptación que, según data recopilada por Buk, puede generar un 50% de ahorro promedio en horas persona dedicadas a procesos de RR.HH.

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Pero la emoción que puede generar esta cifra a primera vista es, paradójicamente, el campo de cultivo para un fallido proceso de digitalización de RR.HH. Porque cometeremos un error si creemos que la digitalización y la generación de eficiencias pasa, sobre todo en este tipo de campos, por desvincular o reemplazar a las personas. Esta errónea y difundida idea es una de las grandes causas por las cuales la tan mentada digitalización demoró tanto en llegar a las áreas de gestión del talento.

Durante años, colaboradores de diversas compañías asociaron la digitalización con el hecho de quedarse sin trabajo. Miedos que desaparecen si es que los líderes de la organización se dan el tiempo necesario de demostrarle a sus colaboradores que la tecnología puede y debe llegar para ayudarlos a hacer mejor su trabajo; no para reemplazarlos. Y ello atraviesa a las distintas áreas de la organización.

La función de la tecnología es hacerle la vida más fácil a aquellos que dedicaron tantos años a estudiar y poner en práctica la difícil e importante tarea de gestionar, impulsar y promover el talento dentro de las compañías. Ésta les permite dejar de dedicar el 70% de su tiempo a tareas netamente administrativas, como hasta hace apenas unos meses sucedía en gran parte de las empresas del país, y les permite un reenfoque hacia el talento, la cultura y la estrategia organizacional. Y, es que tal como ha demostrado la pandemia, las personas son y serán cada vez más el activo principal de las organizaciones.

Sebastián Ausin Country Manager de Buk Perú