Hay evidencia de que nos movemos hacia un mundo caracterizado por una mayor divergencia a nivel social, político y económico y en los últimos años hemos visto la gestación de partidos políticos con tendencias radicales.
Hay evidencia de que nos movemos hacia un mundo caracterizado por una mayor divergencia a nivel social, político y económico y en los últimos años hemos visto la gestación de partidos políticos con tendencias radicales.
José Larrabure

Hace pocos días participé en la reunión anual del CFA Institute, evento que atrae a una gran cantidad de inversionistas, académicos y miembros del sector financiero. El tema central fue la “disrupción” y cómo distintos factores y cambios estructurales están afectando o impactarán nuestra industria.

Los avances tecnológicos representan una gran fuente de disrupción e incluyen conceptos tales como inteligencia artificial (IA), robótica y big data. La IA ya está aportando a procesos como la construcción de portafolios y gestión de riesgos. La robótica, por su parte, está generando grandes eficiencias, desplazando al ser humano en funciones como el trading y la asesoría en inversiones.

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Por último, el big data permite organizar y analizar gran cantidad de información para obtener insights y generar mejores modelos predictivos. El uso de estas tecnologías ha permitido incluso la aparición de nuevos competidores como las ‘fintech’ y empresas como Google y Amazon ya aprovechan la información de sus usuarios para competir en nuevos negocios como la industria financiera.

Los cambios a nivel geopolítico son una segunda fuente de disrupción a monitorear. Hay evidencia de que nos movemos hacia un mundo caracterizado por una mayor divergencia a nivel social, político y económico y en los últimos años hemos visto la gestación de partidos políticos con tendencias radicales.

Asimismo, las inequidades sociales de las últimas décadas están generando grandes críticas al modelo capitalista que es percibido como egoísta, divisionista y hasta corrupto por algunos sectores. Se discutió sobre la necesidad de cambio de modelo hacia un denominado capitalismo consciente, que sea respetuoso del medio ambiente, más inclusivo y crítico con los excesos y malas prácticas de gobierno corporativo. Inclusive el reciente entrampamiento en las negociaciones comerciales entre EE.UU. y China es probablemente la muestra de un cambio estructural en la política exterior estadounidense que busca mantener su rol protagónico ante la aparición de China como nueva superpotencia.

No puedo dejar de comentar sobre cómo la demanda de parte de los inversionistas por destinar recursos hacia empresas sostenibles y que demuestren buenas prácticas en el frente medioambiental, social y de gobierno corporativo ha llevado a la industria de gestores de fondos a modificar sus procesos de inversión y contar con políticas de inversiones responsables.

Diversos estudios demuestran una correlación positiva entre mayor rentabilidad y la adopción de prácticas ESG por parte de las empresas, principalmente por ser un gran mitigante de riesgo. Casos recientes como el derrame de petróleo de BP, el relave de la empresa CVRD, el escándalo de las emisiones de Volkswagen y, más cercano a nosotros, los escándalos de corrupción ligados al sector construcción pusieron en grave peligro la sostenibilidad de estas empresas.

Algunas tendencias pueden representar riesgos para algunas industrias pero también generan grandes oportunidades, así que debemos estar atentos y ser conscientes de los cambios disruptivos a nuestro alrededor.