(Foto: El Comercio)
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Tenemos que aceptar que existen percepciones sobre el desempeño de nuestra economía que no siempre son las adecuadas y que, en muchos casos, pueden llevar a error al proceso de toma de decisiones del empresariado. A continuación, algunos elementos a modo de reflexión breve.

Para empezar, existe una manera errada de percibir un posible deterioro de nuestra . Muchos no nos hemos alejado adecuadamente de la pesadilla de la crisis de los años ochenta.

El Perú de hoy ya no está sujeto a grandes y abiertas recesiones o a la posibilidad de una hiperinflación galopante. Mientras se mantengan los fundamentos que nos sostienen, el empresariado debe estar tranquilo y alejarse de la idea distractora “el pasado podría reiterarse”.

De otro lado, tampoco tomamos conciencia –a pesar de las mil vicisitudes políticas– de la incipiente calidad del Estado, de la inexistente institucionalidad, de la inseguridad y la corrupción.

Nuestra economía ha venido creciendo de manera sostenida los últimos 19 años y por encima de lo mostrado en la región. Claro que debemos buscar soluciones estructurales a nuestros males, pero también debemos tomar conciencia de que, con la generosidad de nuestra economía y el emprendimiento empresarial, podemos seguir destacando en América Latina. Los peruanos, adicionalmente, tenemos la idea errada –por lo menos en lo que va del presente siglo– de que las altas tasas de crecimiento económico que logramos en ciertos momentos estuvieron asociadas a la destreza en materia de conducción económica. Eso es lo que nos han hecho creer.

Se deja de lado que gran parte de dichos resultados estuvieron realmente asociados a la presencia de coyunturas excepcionalmente positivas en la dinámica de los precios de nuestros metales y a las reformas aplicadas –hasta hoy truncas– en los inicios de los años noventa.

Otro elemento que refleja una inadecuada percepción y aprovechamiento del entorno macroeconómico está ligado al momento en que los empresarios deciden invertir. Seamos honestos, tendemos a invertir justo en lo más alto del pico del tramo expansivo del ciclo, es decir, cuando solo nos espera el tramo depresivo. Somos poco contracíclicos empresarialmente hablando. Deberíamos invertir con más celeridad cuando salimos del tramo depresivo del ciclo para esperar la maduración de nuestros proyectos en la cresta del tramo expansivo.

Aunque hoy el frente internacional se viene recuperando y las expectativas de crecimiento global se revisan al alza, también es cierto que debemos ser prudentes. El mundo desarrollado muestra niveles inadmisibles de sobreendeudamiento, sus mercados bursátiles están en extremo caros y su brecha fiscal muestra deficiencias estructurales peligrosas. En ese entorno, un alza de la tasa de interés en los principales mercados y una nueva desaceleración en su crecimiento podría regenerar un escenario similar al de setiembre del 2008. No obstante, nuestra economía es claramente menos vulnerable que el resto de la región. Esto lo debemos dejar muy en claro en la percepción empresarial hoy y trabajar más en dicho frente.

Es cierto que aún disponemos de serios problemas estructurales en materia económica, es cierto que debemos emprender correcciones en materia de política económica, es cierto también que nos falta un largo camino para ser definidos como un país del primer mundo. Sin embargo y en contraste, mientras nos autoflagelamos, empresarios de Colombia, México y Chile incrementan su participación en el escenario productivo y empresarial del país.

A veces parece que el extranjero tiene más fe en nuestro país que nosotros mismos. Cuestión de percepción.