COVID-19. (Foto: GEC)
COVID-19. (Foto: GEC)
/ ANDINA
Elsa Galarza

Según estimaciones de las Naciones Unidas, la población urbana del mundo ha crecido con extremada rapidez desde 751 millones de personas en 1950 a 4.200 millones en el 2018. La región de América Latina y el Caribe es la segunda más urbanizada, después de América del Norte, con 81% de su población en zonas urbanas. Esta tendencia junto con el crecimiento general de la población podría agregar otros 2.500 millones de personas a las zonas urbanas para el 2050.

En el Perú, según proyecciones del INEI al 2020, Lima Metropolitana bordea los 11 millones de habitantes (el 32% de la población), cifras que la convierten en la ciudad más poblada del país. Arequipa, Trujillo, Piura y Chiclayo le siguen con poblaciones de entre un millón y 800 mil personas.

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Las ciudades son lugares densamente poblados en los que la gente habita, realiza negocios y comercio transnacional. Por lo tanto, existe un potencial para amplificar la pandemia a través de un incremento en el contacto humano. Esta situación se complica cuando existen desigualdades y una alta concentración de pobreza urbana.

Asimismo, las ciudades son espacios que tienen niveles de contaminación que afectan la salud de la población con afecciones respiratorias como asma o bronquitis crónica, que pueden hacer más vulnerables a quienes habitan en ellas. Por lo tanto, las ciudades deben jugar un rol fundamental en la crisis del COVID-19, pero también es una oportunidad para repensar cómo planificar las ciudades para convivir con el COVID-19 u otros virus similares.

Es necesario que la autoridad nacional coordine con la local para implementar efectivamente una serie de medidas que no parecen funcionar desde la esfera nacional. Son los alcaldes los que manejan los espacios públicos locales, son responsables de la provisión de servicios básicos y están más cerca del ciudadano.

Según la OCDE, las principales lecciones de resiliencia urbana demuestran que se requieren tres pasos para implementar una gestión del riesgo eficaz: preparación, prevención y respuesta organizada. Las ciudades deben tener estrategias de largo plazo que sean inclusivas, ecológicas e inteligentes. Se necesitan servicios sociales y comunitarios eficientes para todos; movilidad multimodal y limpia; economía circular para reducir los desechos; promoción de la economía local para una logística de corta distancia; digitalización de servicios públicos locales; generación de datos de la población local; entre otros, para tomar mejores decisiones.

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