Cannabis medicinal
Cannabis medicinal
Gonzalo Carranza

La aprobación de la ley que permite el uso no solo es un hecho histórico en sí mismo, sino también una noticia alentadora, en tanto permite vislumbrar un camino para llegar a consensos políticos dentro del Congreso en beneficio de nuestra ciudadanía.

No quiero pecar de optimista con la afirmación anterior. que aprobó la ley del cannabis es el mismo que, ese día, dedicó horas de debate para declarar días conmemorativos y aprobó una nueva perforación al en la forma de exoneraciones para la pequeña y mediana industria aeronáutica, a pesar de la opinión negativa del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).

Es también el mismo Congreso que podría bombardear pronto al fisco con otra serie de nuevas exoneraciones y a la Constitución con algunas propuestas para ampliar exagerada e ilegalmente los alcances del Decreto de Urgencia 003. Y, por supuesto, es el mismo que recurrentemente hace perder el tiempo a ministros y funcionarios con citaciones improductivas y redundantes.

¿Por qué, entonces, el atisbo de esperanza? Porque detrás de la ley del cannabis hubo un trabajo inteligente de difusión mediática y de negociación política, liderado por un congresista joven que recién está aprendiendo las artes parlamentarias, como Alberto de Belaúnde, de Peruanos por el Kambio.

Con él se alinearon no solo la izquierda o Kenji Fujimori, sino una buena cantidad de congresistas de Fuerza Popular. En solitario votaron en contra parlamentarios anclados en el oscurantismo, como Julio Rosas o Bienvenido Ramírez.

La persistencia y sagacidad que De Belaúnde mostró en esta larga batalla bien podría ser trasladada a otras causas de impacto en el clima de negocios. De hecho, este mismo congresista planteó al inicio de su gestión un proyecto interesante, pero algo olvidado, para crear una oficina de estudios económicos en el Congreso, encargada, entre otras funciones, de suministrar el habitualmente risible análisis costo – beneficio de los proyectos de ley presentados en el Legislativo.

Y –aunque reconozco que en esto sí peco de optimismo exagerado, pues difícilmente sea un propósito movilizador- también se podría llegar a acuerdos para implantar la disciplina fiscal en el Congreso, vetando proyectos de exoneraciones tributarias, de iniciativas de gasto, como la permanente vocación por crear más y más universidades públicas o de declaraciones de “necesidad e interés nacional” que solo conducen a horas perdidas de debate.

En fin, si el Congreso pudiera elegir algunas causas tan justas como la del aceite de cannabis cada año y tuviera a congresistas con la voluntad y decencia de De Belaúnde para abanderarlas, bien valdría la pena soportar con menos desazón el habitual concierto de desaciertos parlamentarios.

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