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Gonzalo Carranza

Pensar en las tendencias del futuro puede parecer una ingenuidad diletante en un momento con tantas presiones de corto plazo. Sin embargo, una serie de temas se cuelan en la agenda de las grandes discusiones globales y, con certeza, darán forma al Perú de los próximos años. Es un futuro que ya está entre nosotros.

Una de estas tendencias es el crecimiento de la ‘gig economy’. Alguna familiaridad tenemos con el concepto, en tanto una traducción posible podría ser “la economía del cachuelo”. Sin embargo, esta tendencia va más allá de la imagen -tan común en el Perú desde los 90- de un profesional poniendo un cartel de taxi en su auto para complementar sus ingresos, algo que hoy se ve globalmente, gracias a aplicaciones como Uber.

En realidad, la ‘gig economy’ es una transformación fundamental en los modos y costumbres de la vida laboral, pues se pasa de la idea de unos cuantos trabajos estables de por vida a una sucesión de brevísimos encargos. Ello pone en cuestión los conceptos tradicionales de estabilidad y formalidad laboral, así como la seguridad social basada en el empleo. Un estudio de EY estima que, en el 2020, uno de cada cinco empleos en EE.UU. será de ‘giggers’: consultores, contratistas, ‘freelancers’, y otros trabajadores independientes. Pero aquí la izquierda sigue defendiendo la rigidez laboral absoluta y la propuesta más vanguardista de reforma del Ejecutivo es subsidiar los aportes de los jóvenes a Essalud.

Otra tendencia es el ‘boom’ de las criptomonedas, como el ‘bitcoin’. Aún nos suenan a curiosidad exótica, pero se anticipa que tendrán un creciente rol en el mercado de remesas de migrantes, que mueve unos US$500 mil millones en el mundo y US$3 mil millones en el Perú. Desde startups hasta gigantes como Western Union vienen probando formas de aplicar la tecnología de las criptomonedas a los flujos internacionales de dinero. ¿Cómo reaccionará la regulación en el Perú? La última referencia es la respuesta de la SMV hace unos años a la llegada del ‘crowdsourcing’: advertir con severidad sus riesgos por no ser una actividad regulada.

Finalmente, empieza a preocupar en la investigación económica la caída de la productividad y de la participación laboral. Un trabajo en curso liderado por el economista de Stanford Robert E. Hall encontró que en EE.UU. la cantidad de horas dedicadas a trabajar se viene reduciendo desde antes de la Gran Recesión, por una mayor preferencia por el ocio, especialmente el consumo de televisión y otros contenidos audiovisuales.

En tanto, los avances tecnológicos de los últimos años no impulsarían la productividad en la misma magnitud que la revolución informática de los 90. ¿Netflix y Facebook conspirarán contra la reactivación económica peruana? Probablemente no, pero tal vez expliquen alguna centésima menos de crecimiento.