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José Larrabure

El 2017 fue un período extraordinario para los inversionistas. El mundo empezó a mostrar mayor crecimiento en un entorno de baja y mínima . Este entorno, también conocido como ‘goldilocks’, fue bastante favorable para la toma de riesgo y, por ende, se generaron retornos de dos dígitos tanto en los de renta fija como de acciones.

El incremento en volatilidad que hemos visto en los mercados en los dos primeros meses del 2018 nos hace pensar que estamos entrando en una nueva etapa también conocida como ‘reflation’, que puede anteceder al fin del ciclo de crecimiento y bonanza que ha experimentado el mercado en los últimos 10 años.

Si bien los indicadores económicos que se vienen publicando en las últimas semanas nos llevan a pensar que el crecimiento que han mostrado las principales regiones del mundo continuaría e inclusive podría acelerarse en algunos países; se empiezan a ver algunos signos de sobrecalentamiento en ciertos mercados como, por ejemplo, el laboral en Estados Unidos, lo cual genera un incremento en las expectativas inflacionarias.

Como resultado el mercado anticipa que los principales bancos centrales del mundo tomarán acción subiendo tasas y retirando otros estímulos monetarios más rápido de lo que se esperaba. Prueba de esto fue la súbita alza en la tasa del Tesoro norteamericano, principal tasa de referencia en el mundo, lo que desencadenó una caída en los mercados de acciones.

Otros factores de mercado denominados “técnicos” exacerbaron esta caída, pero no voy a entrar en detalle para no desviarnos del tema esencial que es la posibilidad de que estemos entrando en una nueva etapa menos favorable para los mercados.

En mi opinión, es muy probable que estemos entrando en la etapa de ‘reflation’, la cual estará caracterizada por un entorno de alto crecimiento, pero en la cual los inversionistas tendremos que ser mucho más selectivos y estar atentos a cualquier señal que nos pueda indicar que estamos acercándonos al fin del ciclo expansivo y aproximándonos a la siguiente recesión.

La gran mayoría, si no todas las recesiones del último siglo, vinieron antecedidas por períodos de alzas de tasas.

Esto no quiere decir que en los próximos meses vamos a entrar en recesión, pero sí que debemos de ir agregando en nuestros portafolios algunos activos que tengan una baja correlación con los mercados de acciones y bonos o que sirvan como refugio ante potenciales correcciones del mercado.

Entre estos últimos podemos destacar al oro, el yen japonés y el mismo bono del Tesoro norteamericano.

Considero que una variable muy importante a monitorear en los próximos meses son los resultados de las empresas, ya que los mercados de acciones pueden mantener su tendencia positiva en un entorno de mayor inflación, siempre y cuando los resultados de las empresas continúen positivos y justifiquen las altas valorizaciones que muestran algunos mercados.

Por ahora lo único seguro para este año es que tendremos mayor volatilidad, que si bien es un factor de riesgo, también abre oportunidades para los inversionistas que logren tener una buena lectura de los fundamentos y el ciclo económico.

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