El presidente de EE.UU., Donald Trump, advirtió que podría imponer aranceles a China por hasta US$500.000 millones. (Foto: Reuters)
El presidente de EE.UU., Donald Trump, advirtió que podría imponer aranceles a China por hasta US$500.000 millones. (Foto: Reuters)

pero es difícil atribuir el nerviosismo de los mercados a los aranceles sobre US$35 mil millones de exportaciones, que representan apenas 0,18% y 0,27% de los PBI anuales de EE.UU. y China, respectivamente.

Debe haber algo más, como, por ejemplo, la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles sobre exportaciones por US$415 mil millones adicionales, así como la promesa del presidente Xi Jinping de tomar represalias en caso esta amenaza se materialice.

El problema para Trump (alivio para el resto de los mortales o, al menos, para los que creemos en el libre mercado) es que las matemáticas no dan para la imposición de aranceles contra US$415 mil millones de exportaciones chinas, no sin dañar significativamente al sector corporativo de EE.UU.

En el 2017, China exportó US$505 mil millones a EE.UU., pero, dado que son pocas las compañías chinas que exportan sus productos a EE.UU. en volúmenes significativos, el grueso de este monto corresponde a productos de compañías norteamericanas fabricados o ensamblados en China (teléfonos celulares de Apple, zapatillas Nike, corbatas marca Trump, etc.) y no a productos propiamente chinos.

“The New York Times” reportó que la Casa Blanca le había prometido a Tim Cook, CEO de Apple, que sus iPhones no iban a estar sujetos a los aranceles propuestos. Pero ahí está la cuestión. Dado que el 100% de los iPhones se ensambla en China, las exportaciones de iPhones a EE.UU. estarían contabilizándose dentro de los US$505 mil millones de exportaciones “chinas” que ingresan a la primera economía del mundo. Las matemáticas arancelarias de Trump no pueden cerrar sin perjudicar al sector corporativo de su propio país. Por ello, yo no estoy tan preocupado como la mayoría de agentes de mercado.

El plantear aranceles a las exportaciones en una escala tan grande me parece más una (mala) estrategia de negociación que una amenaza creíble. Pero, claro, podríamos estar subestimando, otra vez, la estrechez de mente del líder del gobierno estadounidense.

Siempre hemos dicho que a los mercados no les gusta la incertidumbre. Oficiales estadounidenses que, hablando en calidad de voceros de la Casa Blanca, se contradicen casi a diario y un presidente que cambia de opinión tan rápidamente como dispara tuits enfrentándose a otro presidente tan autoritario como preocupado por no parecer débil ante los 1.200 millones de personas que gobierna no contribuyen a aclarar el panorama.

Y en el medio de estos dos carros que vienen a toda velocidad en sentidos opuestos, el sector corporativo no quiere esperar a ver si chocan o no. Por ello, varias empresas ya comenzaron a advertir que la incertidumbre en el plano arancelario puede llevar a un deterioro en sus resultados financieros.

Si el número de compañías que hace este tipo de advertencias aumenta lo suficiente, los analistas podrían reajustar a la baja sus expectativas de crecimiento económico, justamente la variable que le ha estado dando soporte a los mercados. Esperemos que eso no pase.