En el caso del Perú, la elevada crispación política que estuvo presente en los nueve primeros meses del año restó espacio para que este tipo de reformas puedan ser debatidas.  (Foto: Archivo)
En el caso del Perú, la elevada crispación política que estuvo presente en los nueve primeros meses del año restó espacio para que este tipo de reformas puedan ser debatidas. (Foto: Archivo)
Redacción EC

En lo que va del año, el crecimiento de América Latina ha sido bajo (probablemente menos de 1%). Así, lo más probable es que la región crezca este año a un ritmo que estará muy por debajo del promedio esperado por el Fondo Monetario Internacional para las economías emergentes (4,5%) y la economía mundial (alrededor de 3,2%).

Hay tres motivos que explican el lento crecimiento de la región: un menor impulso externo, ajustes fiscales en algunas economías y el lento avance en reformas para impulsar la inversión privada y un crecimiento sostenido de largo plazo.

En primer lugar, este año hemos experimentado un menor impulso del entorno internacional. Esto, debido a la desaceleración económica en curso de los socios comerciales más importantes de la región, tales como EE.UU., China y Eurozona.

Ello, junto a los riesgos de un mayor enfriamiento de la actividad económica mundial (como el conflicto comercial latente entre EE.UU. y China y una eventual salida desordenada del Reino Unido de la Unión Europea), han presionado los precios de nuestros productos de exportación a la baja.

En los nueve primeros meses del año, la cotización promedio de los metales industriales (como el cobre y el zinc), el petróleo y algunos alimentos (soya) se ha reducido moderadamente y, en octubre, se mantiene en niveles bajos. Esto ha afectado el dinamismo del sector exportador en distintos países de la región.

En segundo lugar, un limitante importante para el crecimiento de la región ha sido el ajuste fiscal que algunos gobiernos han emprendido para corregir elevados desbalances fiscales heredados de gestiones anteriores.

Esta medida ha afectado en mayor magnitud a aquellos países con mayor dependencia del gasto público y altos niveles de deuda como porcentaje del PBI (Argentina, Brasil y Ecuador) y ha elevado el descontento y la tensión social a niveles máximos.

Un tercer factor, y no menos importante, que ha moderado las expectativas empresariales y los planes de inversión en el sector privado, ha sido la política y la poca capacidad de los gobiernos para acelerar la aprobación de reformas pendientes y necesarias para generar un crecimiento sostenido de largo plazo.

En algunos países de la región, como Chile y Brasil, la discusión política en torno a la reforma tributaria y previsional, respectivamente, ha tomado al menos unos nueve meses y recién se encuentran aprobadas en la Cámara de Diputados para ser debatidas en el Senado.

El lento proceso de aprobación de estas medidas refleja el hecho de que los poderes ejecutivos de estos países carecen de mayoría en el Congreso.

En otros países, donde tampoco hay mayoría oficialista en el Parlamento, el avance en la discusión en este tipo de reformas ha sido escaso o nulo.

En Ecuador, el Poder Ejecutivo recién va a presentar ante el Poder Legislativo las propuestas de reforma laboral y tributaria.

En el caso del Perú, la elevada crispación política que estuvo presente en los nueve primeros meses del año restó espacio para que este tipo de reformas puedan ser debatidas.

Así, dados el menor impulso en el frente internacional y las metas de consolidación fiscal pendientes en la región, la política es clave para avanzar en reformas estructurales que nos permitan atraer mayores inversiones a la región y crecer sostenidamente en los próximos años.