Funcionarios públicos (Foto referencial: El Comercio)
Funcionarios públicos (Foto referencial: El Comercio)
Oswaldo Molina

El Perú, según el , tiene una brecha estimada de infraestructura educativa de alrededor de 113 mil millones de soles; las actividades de mantenimiento de la infraestructura actual de las escuelas son fundamentales. Para estas labores, el asigna S/600 millones anualmente, que deben ser gestionados por los directores de dichas escuelas. Sin embargo, el 15% de estos directores no utilizó dichos fondos en el 2014, lo que implicó que cerca de 6.000 escuelas no hayan recibido el mantenimiento adecuado, aun cuando los fondos estaban disponibles.

Posiblemente, las múltiples tareas que deben resolver los directores explicaba esta situación, pero este caso justamente abre la discusión sobre cómo poder motivar a los funcionarios públicos para que cumplan con las tareas encomendadas, incluso en contextos adversos.

Responder a esta cuestión es particularmente importante porque precisamente una forma de aumentar la efectividad de las políticas públicas pasa por mejorar la eficiencia de los funcionarios públicos, que son quienes las implementan.

Existe evidencia a favor de la implementación de esquemas de incentivos monetarios, diseñados para alinear los intereses del Estado con los de sus trabajadores. Sin embargo, estos tienden a ser muy costosos, lo que dificulta su escalamiento e implementación. Los investigadores Dustan, Maldonado y Hernández-Agramonte encuentran precisamente que una alternativa eficiente para incentivar un mejor desempeño de estos funcionarios públicos es el uso de mensajes de texto o SMS con contenidos adoptados de la economía del comportamiento (los famosos ‘empujones’ o ‘nudges’). Así, para el caso de las labores de mantenimiento, los investigadores enviaron distintos mensajes, que iban desde los informativos (sobre la cantidad de recursos transferidos que aún no son empleados por dicho director), los que hacían referencia a normas sociales (indicando más bien el nivel de cumplimiento de los otros directores, de modo que sientan presión social), hasta los sancionadores (haciendo referencia a una potencial auditoría futura). Los resultados de este experimento son sorprendentes. En primer lugar, su impacto es considerable. Así, el envío de estos mensajes redujo en 20,9% la brecha de cumplimiento respecto al reporte de gastos de mantenimiento. Segundo, estas actividades son muy costo-efectivas: por cada dólar empleado en este experimento para enviar los mensajes, se logró que 800 dólares sean reportados adecuadamente.

Tercero, los resultados son sostenibles en el tiempo; es decir, cuando los investigadores volvieron a enviar los mensajes al año siguiente, tuvieron nuevamente resultados positivos. Cuarto, estos esquemas podrían ser útiles en otros contextos. Los investigadores, por ejemplo, lo emplearon en el programa social Cuna Más, donde también obtuvieron resultados positivos. Este experimento nos muestra que es posible emplear incentivos no monetarios para motivar a los funcionarios públicos. Y nos deja la idea de los otros muchos ámbitos del aparato estatal en los que se podría avanzar en esta dirección.