"¿Líder, gerente o presidente?", por Leslie Pierce [Opinión]
"¿Líder, gerente o presidente?", por Leslie Pierce [Opinión]
Redacción EC

Por: , director de empresas y ex gerente de Alicorp
 

Son muchas las diferencias que existen entre la gestión de una empresa y un país. Hay muchos que sostienen que el presidente de la República debiera ser un buen gerente, como el presidente ejecutivo de una empresa grande, de esas que manejan billones de dólares, y además tener capacidad política. Es decir, que sea un buen gerente y un buen político.


Trato de imaginarme una comparación semejante y lo cierto es que un país y una empresa son dos realidades distintas. Es mucho más complejo ser presidente de un país como el Perú.

Para manejar una empresa o llevar adelante los destinos de un país, más que un gerente o un presidente, lo que se requiere es un líder. Los peruanos ya sabemos, por experiencia reciente, que la mediocridad de un gobierno es generada por la ausencia de esa capacidad. 

Pero veamos: el líder de una empresa parte teniendo una visión de largo plazo, sabe claramente dónde ve a la empresa en los próximos 10 a 20 años; es responsable ante un directorio y se debe a los accionistas en cuanto a resultados. Tener definida la visión de la empresa le permite ejecutar una estrategia de largo plazo. Es decir, sabe dónde quiere estar y tiene el camino trazado. 

Conforma un equipo que cumpla con las competencias que se requieren para cada puesto. Le interesa que sean buenos profesionales y líderes en sus respectivas áreas y, sobre todo, que sepan comportarse como miembros de un mismo equipo. Del equipo que él liderará. Que se respeten entre pares, que compartan la visión y colaboren en ella. Todo buen líder de una empresa sabe que su gente es lo más importante. 
Para el presidente de un país como el Perú, este rol es más complejo pues su realidad es distinta. Primero, no logra transmitir una visión de país como debiera. En el mejor de los casos, sabe que solo estará en función cinco años. Sabe que su equipo, por más talentoso que sea, trabajará junto por primera vez, que no se conocen en su totalidad y que cada uno es dueño de experiencias personales distintas. No necesariamente comparten su visión de gobierno. 

A diferencia de una empresa en que los gerentes de primera línea son evaluados, sus competencias comprobadas, son entrenados y tienen la inteligencia emocional para trabajar en equipo, los miembros del Gabinete son elegidos en muy poco tiempo, en días, incluso en minutos, y su designación, en algunos casos, obedece a criterios puramente políticos. Muchos de ellos dedicarán el primer año solo para ubicarse y entender la gestión pública, y serán cambiados por el desgaste propio de su puesto antes de cumplir los cinco años del mandato. 

Tendrán que apoyarse en la organización del Estado como recurso para actuar con rapidez, pero ella está conformada por puestos de confianza. Debido a una mala costumbre nacional, muchos de estos funcionarios serán cambiados y reemplazados.

Miles saldrán con los conocimientos adquiridos en el gobierno anterior y miles nuevos ingresarán y pasarán años aprendiendo. Eso en la empresa privada es inconcebible, no existe y sería impensable. La empresa conserva a su personal porque es lo más valioso; el Estado lo cambia y pierde el conocimiento y el talento de quienes aprendieron y se capacitaron. 

Los ministros no solo tienen que comportarse sectorialmente, sino también son parte del Consejo de Ministros, dos roles igualmente importantes. No solo se requiere el talento sectorial, sino la capacidad de saber trabajar en equipo por una visión de país que no necesariamente comparten. 

Esta es la gran tarea del primer ministro de hoy y del presidente de la República. Talento existe, pero de hecho no será nada fácil, ¿no creen?