Kenji Fujimori, meses antes de iniciar la legislatura 2016-2017, había confirmado que no asumiría la presidencia del Congreso. Luz Salgado fue elegida por amplia mayoría y, al tomarle juramento en el cargo, Kenji Fujimori le dio un efusivo abrazo. (Archivo El Comercio)
Kenji Fujimori, meses antes de iniciar la legislatura 2016-2017, había confirmado que no asumiría la presidencia del Congreso. Luz Salgado fue elegida por amplia mayoría y, al tomarle juramento en el cargo, Kenji Fujimori le dio un efusivo abrazo. (Archivo El Comercio)

Genera satisfacción observar cómo las expectativas relacionadas a la dinámica de nuestra economía han cambiado trascendentalmente en pocas semanas. Hemos pasado de las proyecciones negativas de ciertos analistas a la posición contraria.

Como mencionamos tiempo atrás, a través de El Comercio, estamos por fin superando la fase de la desaceleración o escaso crecimiento del ciclo económico.

Sin embargo, en ese marco de sano optimismo, resulta importante que se tome consciencia de que –a pesar de la reciente recuperación de la economía mundial– el frente internacional se viene complicando y que ello podría llevar nuevamente al globo a un ajuste de naturaleza similar al de setiembre del 2008.

Hoy en día, por ejemplo, cualquier indicador asociado al accionar de arroja como conclusión que habrá una corrección a su desmedido rally alcista.

, de otro lado, no tiene esperanza alguna de cerrarse dada la inflexibilidad a la baja de los gastos de defensa y los recientes anuncios expansivos en materia tributaria.

No todo queda allí, más allá de Estados Unidos, los niveles de sobreendeudamiento de las economías desarrolladas se encuentran por encima de lo experimentado antes del descalabro de Lehman Brothers y las alternativas de financiamiento paralelo pululan alrededor del mundo alejadas de propuestas de regulaciones oportunas y coherentes. Nada de esto es sostenible.

El mismo FMI muestra limitaciones en su capacidad de reacción y corrección de los desbalances reseñados, dado que sus principales aportantes son, justamente, las economías que presentan hoy descalces estructurales.

Es más: el marco legal del FMI data de mediados del siglo pasado. El mundo ha cambiado; el FMI no. ¿Qué hacer?

Debemos ser conscientes de que somos una de las economías con mejores fundamentos de toda América Latina. La consistencia en nuestras cifras en materia de altas reservas internacionales, bajo endeudamiento y elevada disponibilidad de recursos públicos ahorrados son la mejor carta de presentación para enfrentar con éxito cualquier nuevo desbalance internacional.

Habrá un impacto, pero no será, de ninguna manera, extremo para el Perú.

Sin embargo, lo que no podemos hacer es estar desprovistos de planes de contingencia frente a la eventualidad de un nuevo choque externo no deseado.

Lo que no podemos hacer es dejar de bregar por ejecutar las reformas estructurales pendientes. Lo que no podemos hacer es trabajar sin consenso político y unidad. Lo que no podemos hacer es laborar sin una hoja de ruta que trascienda el corto plazo y que nos señale –para los próximos 20 años– cómo vamos a reducir progresivamente el tremendo déficit de infraestructura que tenemos hoy.

Enfrentamos con éxito la crisis del 2008, los precios de los metales nos ayudaron. Enfrentaremos con éxito cualquier nuevo desbalance externo, pero, esta vez, deberá ser producto de nuestra capacidad de previsión, inteligencia y unidad.

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