El 29 de marzo es la fecha límite del Brexit. (Foto: AFP)
El 29 de marzo es la fecha límite del Brexit. (Foto: AFP)

Desde el referéndum celebrado en en el 2016 que marcó el inicio del ‘’, la incertidumbre se apoderó del mercado ante lo que sería el desenlace de un evento nunca antes visto.

En noviembre del año pasado, la Unión Europea () e alcanzaron un acuerdo en el que se proponía el camino que se seguiría hasta fines del 2020, así como el marco de cualquier futura negociación entre ambas partes y que permitiría, por una sola vez, una extensión en el período de negociación por un máximo de 2 años.

Sin embargo, este documento, que debía ser ratificado por el parlamento británico, encontró mucha oposición y generó dudas sobre la capacidad de la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, para sacarlo adelante.




Luego de este ‘impasse’, se desprenden varios escenarios posibles, siendo el peor de ellos el “no-deal brexit” o, dicho de otro modo, el retiro unilateral e inmediato de Inglaterra de la UE. ¿Por qué preocupa tanto esta posibilidad a los mercados?

En caso se diera este escenario, el impacto en el crecimiento de corto y mediano plazo, no solo en dicho país, sino también en el resto de los países de la UE, sería muy significativo. Además de ser uno de sus socios comerciales más importantes (representa aproximadamente el 13% del total de su comercio de bienes y servicios) también presenta una importante posición en cuanto a la cadena de suministro, integración financiera y mano de obra.

Según estimaciones del FMI, de eliminarse los beneficios arancelarios entre el Reino Unido y la UE, y de empezar a negociar bajo reglas de la Organización Mundial del Comercio, el PBI podría caer hasta 8% en Inglaterra, mientras que para los miembros de la UE la caída sería entre 0,5% y 4%.

Inglaterra, específicamente, perdería todos los tratados que mantiene la UE con el resto de los socios comerciales. Las tarifas ocasionarían un incremento en el precio de las importaciones, además de una esperada depreciación de la moneda, causando inevitablemente inflación, apretando el bolsillo de los consumidores y presionando los márgenes corporativos a la baja. Además se generaría un problema en cuanto a las certificaciones y estándares de producción, limitando la importación (y exportación) de alimentos y medicinas.

La solución más optimista podría ser una renuncia de Theresa May al Parlamento británico, lo cual podría dar la posibilidad de que asuma un nuevo primer ministro que pueda poner en agenda realizar un nuevo referéndum.

El primer referéndum se dio en un contexto de mucho descontento social y en el que gran porcentaje de la población votó sin mucha información. A la luz de los nuevos riesgos ya conocidos, el resultado de un nuevo referéndum podría tener un resultado muy distinto al primero. Sin embargo, la probabilidad de que se dé un nuevo referéndum bajo el mandato de Theresa May es muy baja.