Osinergmin limita efecto del dólar en precio de la eléctricidad
Osinergmin limita efecto del dólar en precio de la eléctricidad

Cuando el Estado mete mano en los mercados, el riesgo de que todo termine mal es alto. El ha sido afectado en los últimos años por distintas intervenciones regulatorias (‘ayuditas’ a ciertos proyectos de generación que les garantizan sus ingresos con cargo a las tarifas reguladas, por ejemplo) que han terminado por generar un gran embrollo del cual es difícil salir. Como parte de la solución se ha propuesto forzar a los consumidores a retornar al . No podría imaginar peor receta.

En el sector eléctrico (full ‘disclousure’: el autor ha sido consultor de Osinergmin y presta servicios a empresas del sector) existen dos grupos de consumidores separados en función al volumen de su consumo.

Los pequeños están sujetos a un monopolio; no tienen libertad para elegir ni el proveedor ni el precio. Osinergmin se encarga de negociar por ellos. Digamos que aquí existen problemas de asimetría de información y costes de transacción que justifican esta intervención regulatoria. Los grandes consumidores son libres de contratar con quienes quieran, al precio que les acomode.

El umbral que define si un consumidor está sujeto al monopolio o es libre fue inicialmente establecido en 1.000 kW de consumo. Bajo este régimen, en 1996 existían solo 206 clientes libres.

Este umbral fue reducido el 2009. La idea era promover la competencia limitando el espacio de intervención del Estado.

Actualmente, los consumidores con un consumo superior a 200 kW pueden elegir entrar al mercado libre. En Guatemala, el umbral que divide entre unos y otros es incluso más bajo: 100 kW.

A raíz de los precios bajos que se han venido registrando en el mercado eléctrico –originados en parte por distintas intervenciones del Estado– se ha desatado una ‘primavera de contratos’ con clientes libres.

Las generadoras que antes se peleaban por quitarse a las grandes mineras, ahora se pelean hasta por farmacias. El número de clientes libres ha aumentado exponencialmente (a abril eran 1.468) atraídos por los precios de este mercado, 40% más bajos que el mercado regulado, según la Sociedad Nacional de Industrias.

A nadie se le ocurriría sugerir que se debe recortar la libertad de los compradores de papa o limón, pues se ‘aprovechan’ o ‘benefician’ de precios que son muy bajos debido a distorsiones en la producción.

Bueno, eso es lo que se pretende hacer en el mercado eléctrico.

A través de un proyecto de ley (2320-2017/CR) se pretende expropiar la libertad de elegir de algunos consumidores, forzándolos a retornar a la condición de clientes sujetos a regulación de tarifas, al elevar el umbral que determina la separación entre libres y regulados a 1.000 kW.

La existencia de distorsiones en el sector eléctrico generados por intervenciones regulatorias del Estado, no justifica una vuelta de los clientes libres al monopolio. Esta medida no ataca el origen del problema.

Si se quiere evitar problemas en la planificación de las compras de algunos proveedores de energía por la migración de clientes regulados hacia el mercado libre, basta con eliminar el derecho al arrepentimiento del que gozan algunos clientes libres, que les permite volver a ser regulados a su antojo. Si algo le falta al sector eléctrico es más competencia y menos mano del Estado. Al monopolio dile no.