Papas
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Redacción EC

(Por Paulo Yvan Almeida, director Regional de Yara para Pacífico Sur) El Perú es uno de los 15 principales países productores de en el mundo, contamos con 3.000 de las 5.000 variedades existentes y tenemos las condiciones geográficas para sembrarlas desde el nivel del mar hasta los 4.700 metros de altitud. Razones sobran para celebrar el , este 30 de mayo. Sin embargo, desde la perspectiva de la productividad por hectárea, ¿por qué ocupamos el puesto 122? 

Según el Anuario de Productos Agrícolas del Minagri, el rendimiento promedio nacional fluctúa entre las 14 y 15 toneladas por hectárea, cifra inferior en 26% respecto del promedio mundial. Resulta extraño que, siendo el país de origen de este tubérculo milenario, tengamos rendimientos menores que nuestros países vecinos (Ecuador: 16-18 tn/ha; Chile: 21-22 tn/ha; Brasil: 29-30 tn/ha; etc).  



¿Qué está pasando con la productividad de las 710 mil familias que producen este cultivo? Una de las principales causas es la baja o nula aplicación de fertilizantes nitrogenados o minerales en todo el ciclo productivo. El último Censo Nacional Agropecuario (2012) señala que la agricultura peruana se caracteriza por una aplicación limitada de fertilizantes; es decir, más del 55% de agricultores no aplica ningún tipo de fertilizantes por desconocimiento, falta de acceso o por tradición; mientras que, de los que sí utilizan (45%), únicamente el 25% aplica un programa de nutrición de cultivos adecuado. 

Para diseñar un programa de nutrición de cultivos balanceado hace falta conocimiento técnico y experiencia. En la mayoría de casos, sobre todo en unidades agropecuarias de menos de 5 hectáreas (el 81% del universo agrícola peruano), el conocimiento se transfiere de generación en generación. Esto presenta un problema cuando el agricultor no tiene acceso a información técnica o recursos para nivelar la deficiencia de nutrientes en el suelo, por ejemplo.

La FAO señala que, a fin de obtener altos rendimientos, los fertilizantes minerales son necesarios para proveer a los cultivos con los nutrientes que requiere para un óptimo crecimiento. De esta manera, la productividad puede a menudo duplicarse o hasta quintuplicarse dependiendo del tipo de suelo y el cultivo. De conseguir elevar la productividad, el productor de papa lograría generar mayores ganancias, incluso frente a un escenario de bajos precios en chacra por kilo.

Los fertilizantes complejos NPK con micronutrientes pueden ser más costosos que las mezclas físicas o la urea; sin embargo, en la práctica agrícola, el ahorro obtenido por comprar y aplicar fertilizantes de baja calidad no compensa el aumento en rendimiento y calidad que se podría alcanzar. 

Resulta indispensable que el Gobierno, el sector privado, la sociedad y los gremios acompañen el campo con programas de transferencia de conocimiento y que brinden herramientas para adoptar buenas prácticas de nutrición. Si lográramos que el 55% de agricultores que no aplica fertilizantes lo hiciera, la productividad por hectárea se incrementaría exponencialmente.