ANÁLISIS: El panorama de René Cornejo tras ajustado respaldo
ANÁLISIS: El panorama de René Cornejo tras ajustado respaldo
Redacción EC

Las segundas mitades de cualquier gobierno suelen ser más complicadas que las primeras. La luna de miel del inicio de administración se transforma en batalla campal en anticipación a la siguiente elección. Por ello, los gobiernos usan buena parte del capital político para las reformas que consideraron las más importantes y que seguramente fueron sus banderas de campaña electoral. Este gobierno así lo hizo. Sus principales reformas (AFP, ley Servir, regla fiscal, entre otras) ya las hizo aprobar en el Congreso. En el proceso de aprobación de dichas reformas se generan asperezas y heridas. Los aliados iniciales pueden salir magullados y las alianzas se debilitan o inclusive se quiebran.

Este nuevo Gabinete enfrenta el reto de hacer su tarea en un nuevo escenario. Uno que es sin duda mucho más adverso. Los ministros con ganas de hacer reformas tendrán que pelear por conseguir suficientes aliados dentro y fuera del Ejecutivo, pues cada cambio es una nueva oportunidad para mostrar la debilidad del Gobierno.

A este Gabinete lleno de técnicos de primer nivel que cualquier presidente quisiera tener a su lado –pero con algunos otros que cualquiera quisiera evitar– le ha tocado enfrentar un inédito rechazo del Congreso en el proceso de conseguir el voto de confianza. En estricto, este voto de confianza se obtiene por una combinación de factores. El primero de ellos es la solvencia e idoneidad de los miembros del Gabinete. El balance de este Gabinete es claramente favorable al respecto. Lo segundo a tomar en cuenta es la presentación de un plan de trabajo que muestre una voluntad de resolver los problemas de la coyuntura del país. En este aspecto, si bien hay ministros con una agenda poco nutrida, la mayoría de ellos tiene claridad respecto a las tareas pendientes. Lo tercero está atado a los juegos estrictamente políticos. A medida que en el ciclo electoral se acerca un nuevo round de elecciones, la voluntad de cooperar entre oposición y oficialismo lógicamente se reduce. Por ello no debería ser sorpresa que los siguientes gabinetes sufran tanto o más que este para conseguir la confianza del Congreso.

Pero más allá de la anécdota de votar por la abstención en lugar de un no directo en una maniobra para evitar que el presidente utilice la amenaza de disolver el Congreso, esta última votación anticipa que podemos entrar a un escenario que puede hacer aun más complejo los dos años restantes de gobierno. El Ejecutivo puede perder al final de este período de sesiones del Parlamento la Presidencia del Congreso. Esto que puede parecer menor abre un escenario donde no habrá filtros a propuestas a contramano de lo que el Gobierno quisiera. Esto complica la posibilidad de nuevas reformas, pues el esfuerzo del Gobierno pasa a estar más dedicado a bloquear este tipo de iniciativas que a proponer las propias.

Se anticipa, pues, un escenario donde el presidente tendrá que utilizar mucho más el privilegio constitucional de vetar normas incómodas para exigir a un Congreso potencialmente dividido votaciones de insistencia.

Todo esto en un entorno macrointernacional que ofrecerá un menor impulso a nuestro crecimiento. Ojalá que el Congreso y el Ejecutivo recuerden que a partir de ahora será más difícil crecer y cada piedra en el camino que nos autoimponemos por la falta de un diálogo constructivo reducirá aun más dicha proyección.