(Foto: Archivo)
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En los últimos cuatro trimestres, la ha crecido y, además, se está acelerando. Así, tras alcanzar una tasa de 5,3% en el primer trimestre de este año, llegó a 8,5% en el segundo; es el mayor ritmo de expansión de este agregado desde mediados del 2013. 

Sin embargo, el repunte se produce desde una base baja. La inversión acumulada en cuatro trimestres hasta mediados de 2018 es en volumen 5,5% superior a la que se registraba hace un año, momento en el cual se inició la recuperación de este indicador. No obstante, se encuentra aún en 8,3% por debajo del máximo histórico, que se había logrado al cierre de 2013.

En relación al , el repunte tampoco es claro; más bien se observa que se ha estabilizado desde mediados de 2017, manteniéndose desde entonces entre 17,3% y 17,4% del PBI. En este caso, la distancia frente al récord alcanzado en el 2013 (21% del PBI) se percibe incluso como algo más marcada.

En ese panorama, un aspecto -contraintuitivo hasta cierto punto- que cabe destacar es la participación de la minería en la inversión total. Combinando cifras del Ministerio de Energía y Minas con las del Banco Central, encontramos que esta ha venido creciendo en los últimos seis semestres desde 8,7% a 11,1% en el 2T18; sin embargo, esta participación es bastante menor que la que tuvo al cierre de 2013, cuando alcanzó su récord: 19,3%. 

Ello sugiere, a pesar de los anuncios recientes de lanzamiento de grandes proyectos mineros, que la inversión privada está mucho más diversificada que cinco años atrás. Así, mientras la inversión minera (US$4.316 millones) supera apenas la mitad de sus niveles máximos del 2013, la inversión no minera -que se ubica ligeramente por encima de los US$34.500 millones- ya está muy cerca de su nivel máximo histórico (US$34.625 millones a mediados del 2013).

Esta se basa fundamentalmente en infraestructura y en los sectores de comercio (‘retail’), turismo e inmobiliario. Según cifras del recientemente lanzado Marco Macroeconómico Multianual (MMM) 2019-2022, las tres primeras actividades involucran proyectos hasta el 2019 por casi US$10.000 millones; es decir, concentran casi un tercio de la inversión en actividades no mineras. Esta diversificación sugiere una mejor capacidad de respuesta de la economía peruana en caso de que se acentúen los riesgos externos. Sin embargo, considerando que el repunte de la inversión minera apenas empieza, el contexto actual surge favorable para discutir las reformas que apuntalen la productividad y el crecimiento en el mediano plazo.