Edificio que forma parte del proyecto Earth Station, de Michele De Lucchi en el que se privilegia el uso de materiales sostenibles.
Edificio que forma parte del proyecto Earth Station, de Michele De Lucchi en el que se privilegia el uso de materiales sostenibles.
/ AMDLC
Jose Larrabure

El concepto de inversiones sostenibles o responsables es relativamente nuevo en nuestro país, pero es una tendencia que lleva varios años en el mundo. En general, se trata de cómo los inversionistas pueden influenciar en los emisores de acciones y bonos (corporativos y de gobiernos) para generar mejores prácticas en los frentes ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) o, en todo caso, apoyar mediante el capital a iniciativas que tengan un impacto positivo en la sociedad o el medio ambiente. Tanto inversionistas institucionales como los grandes fondos de pensiones del mundo, gestores de fondos y empresas que emiten deuda o acciones en el mercado público están tomando ese camino ya sea por convicción, presión de sus clientes o incluso por requerimientos regulatorios de los países donde operan.

Los conceptos de sostenibilidad y rentabilidad no tienen por qué ser excluyentes. En la mayoría de los casos, los emisores que tienen mejores prácticas ASG suelen ser empresas mejor gerenciadas, con un propósito claro, una adecuada gestión del riesgo y una estrategia sostenible que les permitirá fortalecer su resiliencia y aprovechar las oportunidades que brinda la transformación que está sufriendo el mundo y la forma de hacer negocios.

Como inversionistas, podemos influenciar de distintas maneras en el objetivo de tener un mundo mejor sin dejar de lado nuestro objetivo de rentabilidad. Una forma es invirtiendo directamente en bonos verdes o sostenibles, los cuales están asociados directamente al financiamiento de proyectos que tienen un objetivo social o ambiental.

Para quienes invierten en ETFs de mercados accionarios, una alternativa es migrar hacia ETFs que gestionen activamente un índice, invirtiendo en los emisores que mejor califiquen en términos ASG y excluyan aquellos que tengan la peor calificación. Otra forma de virar hacia un portafolio sostenible es volverse un inversor con rol activo, con el objetivo de generar cambios en las empresas donde se invierte, levantando los temas ASG en las juntas de accionistas y reuniones de relacionamiento con la empresa y buscando concientizar a otros inversionistas para presionar por esos cambios.

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No obstante, también debemos estar atentos a ciertos detalles a la hora de invertir en fondos o instrumentos de inversión sostenibles. Actualmente, grandes flujos de capitales están buscando invertir en instrumentos, fondos o emisores que tengan un reconocimiento por tener el sello “sostenible” o “ASG” y esto puede generar distorsiones en los precios y costos de estos activos. Hoy se observa cómo algunas emisiones de bonos que tienen estas características están cotizando a tasas bastante mas bajas que las de bonos comparables, inclusive del mismo emisor, básicamente por la demanda que hay por este tipo de activos. Por el lado de los costos, existen ETFs que replican índices ampliamente conocidos, pero sólo por el hecho de realizar ajustes en su composición por variables ASG, cobran comisiones significativamente mas altas que las que cobran ETFs comparables que no hacen estos ajustes.

Me parece importante advertir también cómo esta tendencia parece que está generando algunos incentivos perversos en la industria financiera. Vemos que fondos con buenos retornos históricos y que cuentan con algún tipo de certificación ASG están atrayendo grandes flujos de inversionistas sin medir su capacidad real para identificar buenas oportunidades de inversión. Esto ha generado que el tamaño de estos fondos se incremente dramáticamente haciendo cada vez más complicado que pueda seguir generando esos retornos a futuro, sin que los gestores opten por cerrar el fondo a nuevos inversionistas.

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Otro ejemplo es el denominado ‘greenwashing’ por parte de emisores o fondos que se presentan como “sostenibles” en el papel y que inclusive son reconocidos públicamente, pero que en realidad no lo son. Tenemos varios ejemplos recientes a nivel local e internacional de empresas que en teoría eran modelos de buen gobierno corporativo y sin embargo terminaron implicadas en grandes escándalos de corrupción.

La tendencia hacia las inversiones responsables es muy positiva y considero que va a continuar en los próximos años. Adicionalmente, existe amplia evidencia de que los criterios de rentabilidad y sostenibilidad no tienen por qué ser excluyentes sino todo lo contrario. Sin embargo, este movimiento está generando grandes flujos hacia activos sostenibles, ocasionando distorsiones de mercado e incentivos perversos que debemos tener presentes al momento de evaluar una inversión en este tipo de activos.

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