Carlos Casas Tragodara

Las cifras con las cuales cerró el año 2021, en cuanto a crecimiento y déficit fiscal, nos indican que la crisis en la que caímos en el año 2020 ha quedado atrás. La economía ha rebotado de manera impresionante y nos ha colocado en un rol expectante. De hecho, hace poco un informe de una agencia internacional destacó la fortaleza de la economía peruana que la ubicaba como la más sólida de la región. Este buen desempeño nos puede indicar de qué crisis estamos hablando. Los pronósticos hablan de crecimiento en los próximos años.

Sin embargo, ello implica que tenemos una mirada hacia atrás y nos olvidamos de que tenemos que ver hacia adelante. Aquí es donde el panorama no se muestra muy claro. El pánico ya pasó, salieron los capitales y los miedos de cambios constitucionales han disminuido. Esto conlleva a que las regulaciones económicas no cambiarán drásticamente. Se ve un Ministerio de Economía y Finanzas y un Banco Central de Reserva comprometidos con la estabilidad fiscal y monetaria respectivamente.

Todo lo anterior es correcto, pero se percibe en el ambiente un aire enrarecido, los inversionistas y los consumidores están siendo muy conservadores y solo se están haciendo gastos esenciales para mantener la capacidad operativa, pero sin fines de expansión. La desaceleración de la economía es un hecho y los mercados están respondiendo como lo dice el manual: a mayor incertidumbre regulatoria y política el gasto privado disminuye o es conservador. El Estado no puede reemplazar ello a través de gasto público. Es más, vemos que la inversión pública viene cayendo en los últimos meses. La conflictividad también aumenta y socava los fundamentos para un proceso de inversión sano donde se protejan los derechos de propiedad.

Dado ello, proponemos 5 medidas que podrían ayudar a mejorar el clima para impulsar el gasto privado pero que deben ser consistentes en el tiempo y constituirse en políticas de gobierno donde se vea que haya un norte hacia el cual nos dirigimos:

  1. Reducir la incertidumbre regulatoria y política. Ello implica abandonar el tema de la modificación constitucional integral. Siempre hay espacios de mejora, sobre todo en lo referido a introducir reformas de segunda generación que reduzcan la desigualdad, pero que impulsen el desarrollo.
  2. Contar con equipos técnicos que inspiren confianza. La alta rotación y la visión del gobierno, como un botín donde se reparten puestos a personas poco calificadas o descalificadas, contribuyen al clima de incertidumbre.
  3. Impulsar inversión pública de calidad. Revertir la caída observada, pero con proyectos de calidad y ejecuciones transparentes y eficientes, dinamizaría las economías locales y generaría una mejora de expectativas.
  4. Impulsar la agenda de las asociaciones público privadas y otros mecanismos similares para la construcción de infraestructura de uso público para cerrar la brecha existente.
  5. Priorizar el programa país con la OECD. Esto debe hacerse nombrando a un profesional reconocido a cargo de equipos técnicos, que impulsen las reformas que este proceso requiere.

*Carlos Casas Tragodara es profesor de la Facultad de Economía y Finanzas de la UP y ex viceministro de Economía

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