(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Diego Marrero

El primer semestre de este año ha sido uno de los más negativos en los últimos 50 años para los mercados financieros, en donde la bolsa de Estados Unidos cayó más de 20%, mientras que otros mercados, como el europeo y los emergentes, experimentaron caídas de 24% y 17%, respectivamente.

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Al mismo tiempo, los bonos de la mejor calidad crediticia y los bonos de mercados emergentes experimentaron caídas de 22% y 21%, con lo cual tuvimos una baja casi generalizada en todas las clases de activos. Ello se explica principalmente por dos riesgos que han generado pánico entre los inversionistas: la inflación y las perspectivas de crecimiento.

La inflación puede ser explicada desde el lado de la oferta o la demanda. Por el lado de la demanda, debido a los cierres ocasionados por el COVID-19 durante el 2020 y 2021, surgieron dos cosas importantes: la primera, un incremento en el stock de ahorro de las personas, sobre todo en los países desarrollados; y la segunda, una demanda acumulada importante, sobre todo en el deseo de servicios como vacaciones.

Por el lado de la oferta, el incremento en costos por energía y materias primas, así como restricciones en la cadena de suministros y la escasez de mano de obra, presionaron los costos productivos al alza.

Con todo ello, la inflación registró uno de los niveles más altos en 40 años (8,6%), ocasionando un pánico en los mercados financieros que podría ser exagerada, en la medida en que muchos de los componentes que generaron la inflación no deberían seguir incrementándose el próximo año, como por ejemplo el costo de gasolina o vehículos.

Por el lado de las perspectivas de crecimiento, los analistas consideran que la FED, en su búsqueda por controlar la inflación, retirará gran parte de los estímulos monetarios que contribuyeron a incentivar la inflación de demanda, restringiendo la liquidez en los mercados financieros y subiendo la tasa de interés hasta 3,5%.

En teoría ello sería contractivo para el crecimiento económico y dependiendo de la magnitud de los ajustes podría poner en riesgo la senda de crecimiento.

Ante ello, muchos han interpretado las acciones de la FED como algo que podría gatillar una recesión, y eso se ve reflejado no solo en una fuerte caída en los mercados financieros, sino también en el deterioro de las expectativas de crecimiento económico. No obstante, la economía real hasta ahora no refleja estas expectativas. El nivel de empleos disponibles, por ejemplo, esta cerca de su nivel más alto en 10 años. Los salarios siguen aumentando de forma importante y el desempleo se mantiene cerca de los niveles prepandemia.

Los mercados ya están descontando una alta probabilidad de que ocurra una recesión. Sin embargo, ello aún es incierto, pues la data económica todavía no es concluyente. En caso la recesión no ocurra o esta sea más leve de lo esperado, los mercados estarían exagerando la caída, como suele ocurrir muchas veces.