(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

A la mayoría de las personas nos debiera gustar regresar al hogar al final del día, a la familia, a la compañía de otros, a la tranquilidad de la casa, a la sensación de hacer lo que queremos, con libertad y sin la presión de la responsabilidad del trabajo. Debiera de ser así, pero lo cierto es que para los limeños es el peor momento del día, al igual que al inicio, en que dejamos el hogar e iniciamos nuestras labores diarias. Son los momentos en que enfrentamos la presión del .

Este tema se ha convertido en algo absurdo, grosero e inaceptable para una sociedad como la nuestra. No es solo un tema de perder horas de nuestras vidas sentados sin movernos, como conductores o pasajeros. Afecta además nuestra salud como individuos, nos hace ineficientes como sociedad y nos quita calidad de vida como peruanos. La tensión del tiempo y el estrés de pelear el centímetro ganado nos hacen daño y hacen que como ciudadanos detestemos la ciudad y, al hacerlo, a todas las autoridades que la representan.

Hay días en que nos toma dos horas el desplazarnos 16 km, distancia que debiéramos recorrer en 15 minutos. Esta es la distancia que recorre la mayoría de la población limeña cada vez que sale de su hogar y regresa a él. Está probado que el tráfico genera al limeño una dosis elevada de estrés, lo deprime, le quita calidad y años de vida. Hoy perdemos 1,5 horas de promedio diario cuando nos desplazamos, casi dos años de nuestra vida según los cálculos. Absurdo para cualquiera.

A inicios de los años noventa, la intención de quebrar la dependencia que teníamos del sindicato de choferes de la Empresa Nacional del Transporte Urbano del Perú (Enatru) hizo que los economistas de la época encontraran en el mercado la solución a un problema serio del momento. Autorizaron a que cualquiera pudiera prestar el servicio de transporte y cobrara por él. En autos, micros, buses y prácticamente en lo que fuera. La población aceptó movilizarse de cualquier manera y nadie más volvió a preocuparse de forma seria por proyectar una solución.

Este problema se ha convertido en un tema cada vez más difícil de resolver. Ello porque se requieren muchas cosas que deben de ocurrir al mismo tiempo y estar todas coordinadas desde el inicio. La problemática del transporte y del tránsito es de responsabilidad de la Municipalidad Metropolitana de Lima y de la del Callao en parte, otra parte está en el Ministerio de Transportes, otra más está en el Ministerio del Interior. Todos tomando decisiones sin coordinarlas entre sí. No existe una autoridad única que centralice y priorice lo que debe hacerse, algo que se necesita con urgencia.

Pensemos un momento en lo que se requiere: de hecho, mejor infraestructura vial, una que corrija el déficit y que piense además en movilizarnos colectivamente y no solo en los autos; que permita reducir la oferta de taxis. Que promueva el transporte público masivo de calidad y modo sostenible como la bicicleta, tengamos presente que el 70% de la población se moviliza a pie o en transporte público.

Necesitamos que los semáforos funcionen en forma coordinada, centralizada y de manera inteligente; que tengamos un cuerpo técnico de la Policía de Tránsito de élite, adscrito al gobierno local, y el uso masivo de la fiscalización electrónica. Por supuesto necesitamos una mayor educación de respeto cívico y cultura vial.Por sobre todas las cosas se requiere una verdadera voluntad política para resolver este problema, adoptándola hoy lo podremos resolver, según los expertos, en ¡30 años!

Lee más noticias de Economía...

Contenido sugerido

Contenido GEC