(Foto: Reuters)
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Hasta hace muy poco, el grueso de inversionistas pensaba que las correcciones en los mercados eran cortas en duración y leves en magnitud. Ahora, tras dos meses consecutivos de caídas, son mucho menos quienes aún confían en la habilidad de los mercados para ignorar lo que sucede en los planos político y geopolítico. Si en el 2017 podíamos calificar el mercado como imperturbable o resiliente, en el 2018 tendríamos que adjetivarlo como timorato o nervioso.

Los cambios súbitos en el sentimiento del inversionista son siempre difíciles de explicar. La prensa ha culpado a varios ‘villanos’ por la caída de los mercados. Habría que agregar uno nuevo: el proteccionismo de la administración de en EE.UU. Los inversionistas han reaccionado negativamente a dos anuncios de nuevos aranceles: para el acero y el aluminio que ingrese a los EE.UU. y para US$60 mil millones de importaciones chinas. En ambos casos, la idea es proteger el sector industrial de los EE.UU., pero podrían terminar consiguiendo exactamente lo contrario.

Trump y sus asesores reducen la complejidad del comercio exterior a un juego de suma cero: si yo gano, tú pierdes. Son incapaces de concebir un escenario en el que, si las reglas de juego están bien establecidas, las dos partes pueden beneficiarse. Incluso, al menos de la boca para afuera, minimizan el peligro de una potencial , ignorando el riesgo no trivial de que si EE.UU. impone aranceles que afectan a un país X, ese país podría tranquilamente imponer aranceles similares a los productos que importe desde EE.UU.

Sin embargo, dicen que perro que ladra no muerde. Trump suele abrir debates con una postura usualmente extrema y frecuentemente inflexible, al menos en el papel. Lo hizo cuando se discutía la reforma del Obamacare, cuando se inició el debate sobre la reforma fiscal o cuando dijo que no solo se iba a construir un muro en la frontera que comparten EE.UU. y México, sino que serían los mexicanos quienes pagarían por él. En el tema de los aranceles siguió el mismo patrón.

Abrió la discusión despotricando por el enorme déficit comercial entre EE.UU. y China, y continuó con un fuerte anuncio acaparador de titulares: aranceles de 10% y 25% para todas las importaciones de aluminio y acero, respectivamente. No obstante, negociaciones tras bambalinas exoneraron de los aranceles a Canadá y México inicialmente y, con el correr de los días, a casi todos los aliados de EE.UU., incluyendo los países de la zona euro.Lo mismo está ocurriendo con el anuncio de los aranceles para US$50 mil millones en exportaciones chinas. Hay negociaciones en proceso y, probablemente, el acuerdo final sea una versión diluida del sorprendente anuncio inicial. Es el estilo de la Casa Blanca: salir con el pie en alto y luego suavizar su postura.

En ese sentido, el mercado parece haber sobrerreaccionado. Seguramente se harán ajustes, algunas tasas arancelarias permanecerán vigentes y habrá otras que se implementen más adelante, pero es improbable que se desate una guerra comercial. Por más que Trump piense que son buenas para la economía.

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