El cierre de fronteras y el trabajo remoto afectan los ingresos de lustrabotas, fotógrafos, artesanos y retratistas en la capital. (Foto: César Campos / El Comercio)
El cierre de fronteras y el trabajo remoto afectan los ingresos de lustrabotas, fotógrafos, artesanos y retratistas en la capital. (Foto: César Campos / El Comercio)

En la Plaza de Armas de Lima hay mucho más silencio que hace apenas seis meses. Los lustrabotas, fotógrafos, y no han regresado tras el fin de la cuarentena. Solo unos pocos han vuelto porque se niegan a rendirse frente a la .

Entre ellos está Rosario Tantaruna, quien desde hace 41 años retrata con su cámara a los turistas que pasean por la zona. Está equipado de un chaleco con dos bolsillos para guardar sus herramientas, dos cámaras, una mascarilla y un protector facial.

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Rosario regresó a la plaza a fines de julio. Los primeros meses de la cuarentena no pudo trabajar y sus hijos lo ayudaron a cubrir sus necesidades. No bastó volver a la plaza para que esta situación cambie. Sin turistas casi no hay fotos. La Plaza de Armas de Lima, en su nueva faceta, suena a una combinación del golpe del agua en la pileta, murmullos, el soplo del aire del invierno y, de vez en vez, el chirrido de algunas aves.

“Antes tomaba siete u ocho fotos diarias, ahora apenas tres, dos, una o ninguna. Antes éramos diez fotógrafos, ahora somos dos o tres. Cuando vienen más, algunos de nosotros se van sin nada a casa”, dice Rosario.

Rosario Tantaruna regresó a la plaza a fines de julio. Los primeros meses de la cuarentena no pudo trabajar y sus hijos lo ayudaron a cubrir sus necesidades. No bastó volver a la plaza para que esta situación cambie. Sin turistas casi no hay fotos. La Plaza de Armas de Lima, en su nueva faceta, suena a una combinación del golpe del agua en la pileta, murmullos, el soplo del aire del invierno y, de vez en vez, el chirrido de algunas aves.  (Foto: César Campos)
Rosario Tantaruna regresó a la plaza a fines de julio. Los primeros meses de la cuarentena no pudo trabajar y sus hijos lo ayudaron a cubrir sus necesidades. No bastó volver a la plaza para que esta situación cambie. Sin turistas casi no hay fotos. La Plaza de Armas de Lima, en su nueva faceta, suena a una combinación del golpe del agua en la pileta, murmullos, el soplo del aire del invierno y, de vez en vez, el chirrido de algunas aves. (Foto: César Campos)

Esta sensación se percibe también por el pasaje Santa Rosa. Muy pocas personas caminan por ahí. Las cerca de 20 bancas están apenas ocupadas. Los visitantes están en silencio. Leen un periódico o ven la pantalla de sus celulares. El tiempo parece no correr, solo el viento.

Junto a una de esas bancas está Celestino Ambrosio. Con sus 70 años, ha instalado su caballete de exposición y, en este, ha montado sus cuadros. Al igual que como lo viene haciendo desde hace tres décadas. Su especialidad son los retratos.

En una de sus obras se observa la cara sonriente del director técnico de la selección, Ricardo Gareca. Un indicio de que las preocupaciones de esta crisis no durarán para siempre. Celestino hace lo suyo para cambiar el presente. En junio regresó al pasaje y, aunque hay días en los que no vende, confía en que su situación mejorará. Sus hijos lo apoyaron cuando no trabajó, pero él quiere continuar y tener su propio dinero.

“Quiero que mejoren los negocios, las microempresas. Quiero que todo mejore para que haya más trabajo”, dice Celestino, con una cadencia baja, que disfraza la angustia de quien está a unas horas de regresar a casa sin lograr mayores ventas.

En una de las obras de Celestino se observa la cara sonriente del director técnico de la selección, Ricardo Gareca. Un indicio de que las preocupaciones de esta crisis no durarán para siempre. Celestino hace lo suyo para cambiar el presente. (Foto: César Campos)
En una de las obras de Celestino se observa la cara sonriente del director técnico de la selección, Ricardo Gareca. Un indicio de que las preocupaciones de esta crisis no durarán para siempre. Celestino hace lo suyo para cambiar el presente. (Foto: César Campos)

La situación se repite con otras personas que laboran en las calles cercanas a Palacio de Gobierno. Si bien se espera un rebote importante de la economía el próximo año, Carolina Trivelli, investigadora del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), señala que las personas que trabajan en la calle y pertenecen a los sectores socieconómicos más bajos, no se recuperarían como lo haría una persona con ingresos más altos.

Esto debido a que la demanda de sus servicios se ha reducido de manera drástica. Unos han vendido sus herramientas de trabajo para generar ingresos, y otros no tienen capital para volver a empezar porque han gastado todos sus ahorros.

Según los resultados de una encuesta realizada por el IEP, el 75% de peruanos usó sus ahorros para sobrevivir a la crisis ocasionada por la pandemia.

CHABUCA GRANDA

En el día en que se cumplían 100 años del nacimiento de la cantautora peruana Chabuca Granda, no hubo fiesta en la alameda que lleva su nombre. Tampoco hubo parlantes sonando. Solo algunos comerciantes sentados frente a sus puestos sin visitantes.

Hace 15 años, Alberto Ávila llegó con sus artesanías a la alameda. Abandonó el lugar en marzo por el estado de emergencia y a principios de setiembre regresó. Como máximo, ha ganado S/20 por día, casi 50% menos de lo que hacía en tiempos en los que la alameda era música y turismo.

En los meses en que no trabajó, Ávila vivió de sus ahorros y del apoyo que le dieron sus hijos mayores. Aún tiene un hijo pequeño por el que no puede dejar de luchar.

Hace 15 años, Alberto Ávila llegó con sus artesanías a la alameda Chabuca Granda. (Foto: César Campos)
Hace 15 años, Alberto Ávila llegó con sus artesanías a la alameda Chabuca Granda. (Foto: César Campos)

CONTAGIOS

Las restricciones para trabajar en la calle no han sido la única dificultad ni la situación está limitada al Centro Histórico. El zapatero y lustrabotas Néstor Quispe tenía previsto abrir su puesto en julio. Su familia y él se contagiaron de COVID-19. Un mes más de para.

Regresó a la calle Los Conquistadores, en San Isidro, el 20 de agosto. Debido a la actividad comercial del distrito, en un día podía ganar entre S/100 y S/180. “Ahora gano S/50 o S/40. Ha bajado bastante el trabajo”.

Quispe dice que sus ahorros le permitieron sobrellevar la pandemia, y recomienda no derrochar el dinero y siempre ahorrar. “Hay que guardar para la familia o para ayudar al que lo necesite”.

Néstor Quispe regresó a la calle Los Conquistadores, en San Isidro, el 20 de agosto. Debido a la actividad comercial del distrito, en un día podía ganar entre S/100 y S/180. “Ahora gano S/50 o S/40. Ha bajado bastante el trabajo”. (Foto: César Campos)
Néstor Quispe regresó a la calle Los Conquistadores, en San Isidro, el 20 de agosto. Debido a la actividad comercial del distrito, en un día podía ganar entre S/100 y S/180. “Ahora gano S/50 o S/40. Ha bajado bastante el trabajo”. (Foto: César Campos)

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