(Foto: El Comercio)
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Redacción EC

A fines del 2017, escribí un artículo en esta columna sobre algunas características de la recuperación económica que anticipábamos para el 2018. La idea central era que la mejora de la no se sentiría igual por todos, pues estaba impulsada por pocos motores. Un año después, se puede corroborar que la recuperación fue dispar. El valor de las ventas al mercado externo creció casi al doble que las ventas al mercado local; la actividad económica en la zona norte, al triple que en la zona sur; y las utilidades de las grandes empresas, más del triple que los salarios de los trabajadores. 

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En el 2019, la economía probablemente seguirá creciendo a un ritmo cercano a 4% y más empresas empezarán a reactivar sus planes de inversión. Ya hemos dejado atrás el fuerte enfriamiento de la demanda interna que caracterizó el período 2014-2017. Sin embargo, aún no es tiempo de celebrar, por dos razones.

Primero, crecer cerca de 4% no es nada espectacular para una economía de ingresos medios y con aún tantas carencias sociales como la peruana. Además, todavía hay varias empresas que siguen operando por debajo de su máxima capacidad. Esto es claro en la industria, donde incluso algunos subsectores (como químicos o la metalmetálica) aún no recuperan los niveles de producción alcanzados en el 2013. 

Segundo, el crecimiento económico sigue impulsado por pocos motores. Buena parte de la recuperación observada en la inversión y en la creación de empleos formales es atribuible a solo dos sectores exportadores: la minería y la agroindustria moderna. 

Por lo tanto, es probable que este año sigamos viendo dos diferencias importantes en términos de crecimiento de ingresos. La primera es que las ganancias de las empresas crecerán más que los salarios de los trabajadores. Las empresas no perciben problemas para conseguir mano de obra ni financiamiento barato, así que el crecimiento de las ventas vendrá sin aumentos importantes en los costos. 

La segunda diferencia es que los trabajadores formales seguirán beneficiándose más que los informales de la recuperación del empleo y las remuneraciones. En consecuencia, los mercados de consumo jalados por la clase media –como viviendas y ‘retail’ moderno– destacarán por su dinamismo, frente a otros mercados más impulsados por las clases populares, como el consumo masivo.

Crecer a ritmo de 4% está bien, pero es insuficiente para ver mejoras económicas generalizadas en nuestra sociedad. Afortunadamente, el Gobierno tiene capital político y una serie de opciones a la mano para incrementar el ritmo de crecimiento y su impacto en la población. Por ejemplo, acelerar la reconstrucción del norte, reformar y mejorar los servicios de saneamiento, y destrabar los grandes proyectos de infraestructura. Ver avances en estos ámbitos sí sería motivo de celebración.

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