JUAN SALDARRIAGA

Cuesta enumerar las múltiples aventuras en las que se ha embarcado Petro-Perú en los últimos dos años, empezando por su frustrada participación en el gasoducto del sur, hasta su forzada intervención en la adquisición de La Pampilla, el capítulo más reciente en su azarosa travesía por recuperar su preeminencia en el sector hidrocarburos.

Recordemos que hasta el bienio 1995-1996, Petro-Perú estuvo integrada verticalmente en la industria de hidrocarburos. Operaba entonces cuatro lotes petroleros en el norte del país, poseía el monopolio de las refinerías, una planta petroquímica y setenta y ocho estaciones de servicios (grifos).

El Estado no tuvo intención de potenciar a la empresa estatal hasta el 2006, cuando promulgó la Ley de Fortalecimiento y Modernización de la Empresa Petróleos del Perú (2006), que le devolvió su potestad de participar en todas las fases de la industria y comercio del petróleo, como recuerda el abogado Ivo Gagliuffi.

Pero, ¿cuál es la estrategia que ha venido aplicando desde entonces la empresa estatal? ¿Se justifica un Petro-Perú fortalecido e integrado verticalmente, como antaño? ¿Está en capacidad de conseguirlo?

ESTRATEGIA El economista Daniel Saba ha contabilizado que las últimas aventuras protagonizadas por Petro-Perú (de manera voluntaria o forzada) podrían haber generado al erario nacional un desembolso de más de US$6.000 millones.

“Esto significa que la estatal no tiene una estrategia definida pues, si la tuviera, no emprendería siete proyectos al mismo tiempo. Al contrario, se enfocaría en lo principal: la modernización de Talara y del oleoducto norperuano”, señala.

De igual parecer es Jaime Pinto, ex director del Banco Interamericano de Finanzas, quien advierte que Petro-Perú no debe abrir tantos frentes, pues “no tiene la capacidad financiera para ello”.

En su opinión, la empresas estatal debería abocarse a modernizar la refinería de Talara, cuya inversión se ha ido encareciendo hasta alcanzar los US$3.450 millones. “Ese sí es un proyecto importante”, recalca.

Por su parte, Edgardo Candela, ex funcionario de Nalco-Exxon, sostiene que Petro-Perú no está en condiciones de emprender proyectos ambiciosos como la adquisición de La Pampilla, pues “tiene obligaciones de inversión propias y está tratando de desarrollar una empresa corporativa”.

En su opinión, Petro-Perú solo tomaría La Pampilla “si el Gobierno se lo exige”.

REGRESO AL ‘UPSTREAM’ El anhelo de Petro-Perú, según expresión de profesionales y ex funcionarios de esta empresa, es ampliar sus horizontes hacia la exploración y producción de hidrocarburos.

Para conseguir este objetivo, el Gobierno ha elaborado un decreto supremo que obligará a las compañías petroleras que producen crudo en la costa norte a asociarse con Petro-Perú.

Jaime Pinto sostiene que este esquema ha fracasado en otras latitudes, como Colombia y México.

Según el experto en energía Carlos Gonzales, las petroleras del norte del Perú están muy interesadas en asociarse con Petro-Perú. Lo único que las desanimaría, sostiene, es que las regalías que tengan que pagar sean muy altas, sobre todo, si operan pozos que no son muy productivos,

PETROLERAS ESTATALES Todas las empresas petroleras estatales de Latinoamérica, salvo la colombiana Ecopetrol, vienen experimentando serios problemas financieros derivados de la tentación estatal de regular los precios de los combustibles con fines populistas.

Es el caso de la brasileña Petrobras, que arrastra pérdidas millonarias debido a la imposición que tiene de subsidiar los precios de los combustibles a fin de mantenerlos artificialmente bajos.

“La Empresa Nacional de Petróleo (ENAP) de Chile también está quebrada y ha puesto en venta sus activos en el Perú”, acota el experto en energía Anthony Laub.

Es por esta razón, arguye, que los gobiernos de turno deben pensar en Petro-Perú no como un regulador, sino como un actor del mercado. “De lo contrario ya sabemos qué destino le espera”, indica Laub.

CORPORACIÓN A fin de evitar aventuras lesivas para todos los peruanos, Laub cree necesario restringir los planes de la estatal.

“Yo preferiría que Petro-Perú no existiera, pero si hemos de convivir con ella, entonces procuremos que sea más eficiente y deje de asumir funciones que no le corresponden”, afirma.

En su opinión, el único camino para hacer de Petro-Perú una empresa sólida, pasa por dotarla de un cariz corporativo que elimine el elemento político de la ecuación. Cosa difícil, pero no imposible.

“Petro-Perú tiene que actuar como una corporación moderna y no como las empresas públicas del pasado. La estatal cuenta con técnicos muy eficientes, pero necesita un directorio independiente, con empresarios de la talla de un Walter Bayly o un Carlos Rodríguez-Pastor. Si estamos hablando de la empresa estatal más grande del Perú, entonces procuremos que cuente con los mejores profesionales del medio”, afirma.

POSIBILIDADES Carlos Gonzales opina que aún es temprano para que la petrolera estatal ingrese en el ‘upstream’ como operador.

“Creo que Petro-Perú solo está preparado para actuar como socio minoritario. Mientras tanto, debe ir preparando la gerencia de exploración y explotación, dándole todas las herramientas necesarias para ser, en el mediano plazo, un operador de lotes”, explica.

Más pesimista es Daniel Saba. Él sostiene que es imposible que Petro-Perú vuelva a ser lo que era antes, porque el mercado ha cambiado mucho, la exploración se ha encarecido y sus refinerías se han vuelto obsoletas.

“Lo cierto es que hoy tenemos un Petro-Perú chiquito y no se lo puede hacer crecer de un día para otro”, refiere. Es más, afirma que Petro-Perú está intervenida en este momento y que su directorio no toma decisiones.

En opinión de Anthony Laub, el éxito de Petro-Perú estriba en conseguir la autonomía que hoy no tiene. “Solo entonces empezará a dar las señales correctas de hacia dónde debe ir, y si decide que debe volver al ‘upstream’ o a la integración vertical, enhorabuena”, concluye.

Como están las cosas, sin embargo, el destino de la petrolera estatal parece ir flotando a la deriva. Ello implica que podría ser utilizada, como en muchos momentos de su historia, para servir apetencias electorales. Ojalá ese no sea el caso.