El BCR corregirá al alza su proyección de crecimiento del PBI para el 2018 en setiembre. (Foto: USI)
El BCR corregirá al alza su proyección de crecimiento del PBI para el 2018 en setiembre. (Foto: USI)

Durante los próximos meses, uno de los principales retos que enfrentará la economía peruana podría estar asociado al impacto derivado del desempeño, ruido y dudas que viene generando el frente internacional.

Ciertamente, los de los minerales están dejando atrás el tramo expansivo experimentado entre el 2016-17. Las tasas de interés internacional no tienen más destino que un ajuste al alza. Los mercados cambiarios denotan volatilidad. Las bolsas técnicamente reflejan encarecimientos crecientes poco sostenibles.

Más allá de la recuperación del crecimiento norteamericano a ritmos de casi 4%, sus desbalances en el ámbito fiscal y externo la hacen insostenible. Las señales, en general, no son alentadoras.

En dicho entorno, es bueno no alarmarse. Es bueno reconocer –con sana prudencia– nuestras fortalezas y riesgos para evaluar sus reales implicancias.

Para empezar, asumiendo un ajuste similar al de la crisis global del 2008, debemos tener claro que el impacto sobre el Perú será sustancialmente menor al que pueda experimentar el promedio de economías emergentes.

Como lo hemos remarcado en diferentes oportunidades a través de El Comercio, Perú, a pesar de la larga lista de materias a corregir a nivel estructural, está hoy dentro de la esfera de las economías emergentes con mayores fundamentos y menor vulnerabilidad internacional.

La holgura en la magnitud relativa de reservas internacionales netas que dispone el ente emisor es una garantía de que no habrá sobresaltos cambiarios extremos. Además, los bajos niveles de endeudamiento público abren la posibilidad a desenvolvernos contracíclicamente para suavizar los choques negativos externos.

De otro lado, la clasificación de riesgo soberano peruano es una de las pocas que se ha mantenido sin deterioro durante los últimos años en la región y es la segunda mejor de Latinoamérica. No debería sorprender que, dada nuestra aceptable posición relativa a nivel global, en un mundo convulsionado lleguemos a ser receptores de un influjo extremo de capitales buscando refugio en inversión de cartera. Claro está, esto podría generar restricciones, pero permitiría por un tiempo suavizar el comportamiento cambiario y de la bolsa.

En Perú solo basta que una fracción mínima del portafolio de proyectos de inversión del que disponemos en la minería y agroexportación se ejecute y que, paralelamente, se active una parte mínima de los proyectos públicos pendientes, para que el crecimiento se mantenga sobre el del resto de la región.

La verdad en esas circunstancias no es recomendable reperfilar la ejecutoría de los planes de inversión del frente empresarial; nuestra perspectiva de crecimiento podría disponer de un bache pero, a pesar de todo lo que pueda venir, el mediano plazo continúa siendo aleccionador.

Ni somos una economía consolidada, ni una próxima a un desastre.

En materia de inversión, y pese al entorno internacional y político, los empresarios colombianos, chilenos y mexicanos continúan ampliando su posicionamiento sobre nuestra actividad productiva. Eso no es malo, lo malo es que, en coyunturas que resultan un reto para cualquier emprendedor, no logremos valorar el lado positivo de nuestra economía, como sí lo hacen los foráneos.

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