ÉLIDA VEGA
Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Pero en materia económica, al menos en nuestro país, esa frase no encuentra asidero, sobre todo si nos remontamos a la década de los 80, de la que no guardamos gratos recuerdos.
Resulta paradójico que hoy suenen las alarmas porque la inflación acumulada en los últimos 12 meses ha superado en 0,2% el rango meta establecido por el BCR, cuando por aquellos años llegamos a ostentar un alza anualizada de hasta seis dígitos.
Más de 25 años han pasado y aunque, a la distancia, se suele dar por sentado que el único responsable de tan mal desempeño fue el expresidente Alan García, también se deja en el olvido a quienes condujeron las riendas del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) durante la primera gestión aprista.
Corría el año 1985 cuando un delgado Alan García se convertía en uno de los presidentes más jóvenes en la historia del país. Junto a él, Luis Alva Castro se estrenaba como cabeza de la cartera ubicada en el jirón Junín con la herencia dejada por los cuatro ministros de Economía de la gestión anterior: una inflación en tres dígitos, devaluación de la moneda nacional y mora en el pago de la deuda externa.
Ante tal escenario, las decisiones no tardaron en llegar. Para empezar, y contrariamente a lo que postulaba el FMI, se impulsó la heterodoxia, y aunque tuvo un buen inicio [la inflación bajó a 3,5% en setiembre de 1985 y crecimos 9,2% en 1986], terminó con resultados catastróficos.
En sus dos años de gestión, Alva Castro centró su programa en limitar el pago de la deuda externa, el inti reemplazó al sol y se congelaron los precios básicos, los sueldos y el tipo de cambio.
Meses después empezaron los problemas: la capacidad de gasto del Estado se agotó, el inti comenzó a devaluarse y la capacidad productiva de nuestra industria llegó a sus límites. Razones más que suficientes para pensar que la política económica aplicada derrochaba improvisación. Consecuencia final: primer titular del MEF a la baja.
DE SABERBEIN A SALINAS Tras la renuncia de Alva Castro, el entonces viceministro de Economía, Gustavo Saberbein, asumió las riendas del MEF y debutó en el cargo con una de las medidas más controversiales anunciadas por García en su mensaje patrio de 1987: el intento de estatizar la banca para “democratizar” el crédito.
Casi a finales de 1987, la inflación ya rondaba las tres cifras [llegó a 114,5%] y la balanza de pagos terminó con un saldo negativo de US$521 millones, cifra que no se veía desde 1981. Con señales de crisis más que evidentes y con menos de un año en el cargo, el segundo titular del MEF dio un paso al costado.
El tercero de la lista fue César Robles Freyre, quien con menos de cuatro meses en el cargo tuvo que darle paso a Abel Salinas, quien recibió una economía con déficits fiscal y comercial.
Bajo ese panorama, el 6 de setiembre de 1988, se concretó el llamado paquetazo –conocido también como ‘salinazo’–, que terminó por devaluar nuestra moneda y contribuyó a generar una inflación mucho mayor [los precios subieron más del doble], dando paso a lo que hoy recordamos como hiperinflación.
Dos meses después, en noviembre, otro paquetazo vio la luz, pero con costos sociales y económicos mucho más drásticos, que terminaron con la salida de Salinas antes de cumplir tres meses en el cargo, el tiempo más corto de todos.
Tras la caída del cuarto titular del MEF, el cargo fue asumido por Carlos Justo Dávila, quien tampoco duró mucho. Casi seis meses después cedió la posta a César Vásquez Bazán –el último ministro de Economía de García–, quien terminó su gestión con una inflación acumulada de 2’178.482% .
¿QUIÉN FUE EL CULPABLE? Con el pasivo de haber formado parte del gobierno que alcanzó la inflación más alta a lo largo de la historia peruana, Vásquez Bazán ha aclarado que Javier Tantaleán –asesor personal de García durante su primer gobierno– fue el organizador y coordinador del “circo heterodoxo” montado entre 1985 y 1988.
En opinión del economista, “resulta injusto que César Robles, Abel Salinas, Carlos Rivas y él carguen con el ‘muerto’ y enfrenten las llamas del incendio económico de finales de los 80”.
Un incendio que fue heredado por Alberto Fujimori, quien al recibir un país quebrado aplicó el ajuste económico más dramático de toda nuestra historia.
El 8 de agosto de 1990, el ‘fujishock’ fue anunciado por el ministro Juan Carlos Hurtado Miller, quien, para añadir más drama a la escena, concluyó la lectura del programa de estabilización económica con el recordado “Que Dios nos ayude”.
Lo que siguió es historia conocida: nos reinsertamos en el mercado internacional y nos amistamos con el Banco Mundial y el FMI, al punto que hoy somos una de las estrellas de la región en cuanto a desempeño económico.